viernes, 19 de marzo de 2021

Segundo encuentro en el jardín de Marta. El problema religioso.

 

Segundo encuentro en el jardín de Marta.

Planteamiento del problema religioso.

                                                                                                                                      Introducción

                                                                                                                                                           

            Como antecedente para el análisis de este segundo encuentro, debemos tener en cuenta un breve monólogo de Margarita en su habitación, en donde ella plantea lo que siente al estar enamorada de Fausto.  

            Todo ha cambiado en su vida.  Piensa que ha perdido la paz de otros tiempos.  Sostiene la teoría de que amar implica desestabilizarse y, con este mismo amor, deviene el problema de la dependencia en relación con el ser que amamos.

            Los términos empleados por la joven están llenos de pasión.  Pero, al mismo tiempo, su alma enamorada está asediada por funestos presagios.

            Dice Margarita:

            Doquiera que no esté él, hay mi sepulcro; sólo donde él asoma reina la vida.

                Tengo la cabeza trastornada y el corazón desgarrado; cada vez me siento más desfallecida. (p. 88)

            La relación amorosa se explica mejor desde la perspectiva del contraste.  Presencia y ausencia del ser amado determinan las condiciones de existencia.  Si él no está (ausencia), impera la muerte; si él aparece (presencia), renace la vida.  La voluntad de quien ama se anula, para permitir el predominio de la voluntad de aquél que es amado.

            Contradictoriamente con todo lo expresado, Margarita no está feliz.  El signo de la inquietud la mortifica.  Se impone la comparación de la paz anterior con este momento lleno de presentimientos.

            Para amar se requiere madurez y confianza en nosotros mismos.  No se trata de que Margarita no la posea, sino que hay algo que no se adecua a la situación vivida: es el presagio del que hablábamos; es el saberse, con ese conocimiento que sólo el corazón anuncia, víctima propiciatoria que se ofrece a cambio de la salvación del hombre.  Sobre Margarita pesa la enorme responsabilidad y nada podrá hacer ya para evadirla.

 

 

                                                                                                        Análisis del segundo encuentro

            Por todo lo dicho anteriormente, y en el contexto del presagio anunciado, ubicamos la segunda escena en el jardín de Marta, en donde el tema propuesto por Margarita será de carácter religioso-teológico.

            La relación entre los enamorados es ahora mucho más libre; sobre todo Margarita siente mayor confianza y aborda directamente el tema que desea tratar.

            Margarita - Prométeme, Enrique...

                Fausto - Todo cuanto puedo.

                                                Margarita - Dime, pues, ¿cuál es tu religión?  Eres muy bueno, estás dotado de un corazón excelente; pero me parece que no eres muy devoto. (p. 89)

 

            Desea saber cuál es la religión de Fausto.  Le preocupa el problema en el entorno de una conceptualización dogmática.  Subraya ciertos aspectos que ella ha observado en el ser que ama, como son la bondad y el corazón excelente.  Pero la formación religiosa de la joven le impide creer que con eso sea suficiente.  Le han enseñado que no alcanza con ser bueno, sino que también debe practicarse la religión.

            Precisamente, sólo mediante esta práctica el hombre perfecciona su bondad natural; de otra forma corre el riesgo de perder la riqueza moral que posea.

            El discurso de Margarita se ubica en el terreno dogmático-religioso.  Así la han educado y no cabe la posibilidad de verla libre de las mencionadas trabas.

            Fausto intenta eludir el tema propuesto:

            Dejemos eso, hija mía; bien sabes que te amo y que daría por ti mi sangre y mi vida; pero no quiero turbar a nadie ni en sus sentimientos ni en su fe. (p. 89)

            La religión fáustica, de tipo panteísta, no está de acuerdo con los esquemas cerrados manejados por Margarita.  Por eso no quiere discutir.  Le habla del amor que siente por ella: daría hasta la vida si fuera necesario.

            Al mismo tiempo, no desea guiarla hacia ninguna forma de discurso en donde se involucre el problema de la fe, ni tampoco quiere que a él se le obligue a pensar de determinada manera.

 

            Margarita insiste y en el contexto de su discurso descubrimos el apego a viejos esquemas y el carácter inflexible de sus planteamientos; ella le dice: "Eso no es bastante, sino que es preciso creer en Dios y en su Iglesia". (p. 89)

            Consideremos que Fausto no le ha dicho que no cree, sino que no desea hablar del tema.  La joven intuye el descreimiento de su amado en materia de religión, y por eso insiste.

            Ahora bien, al joven doctor le han golpeado duramente esas palabras de su amada y las repite: "¿Es preciso?"

            Resulta ridículo —debe pensar Fausto— que en materia de fe y de religión se establezca una obligatoriedad sin argumentación convincente.  Además la fe es algo que el hombre posee, no es posible adquirirla por la vía del razonamiento; no es real que se le obligue a creer.  Lo que no emane de un íntimo convencimiento sólo generará recelos y hará del hombre un esclavo, en lugar del ser libre, creado por Dios para vivir en alegre contacto con la naturaleza.

            Margarita al intervenir por tercera vez, ahonda en su argumentación religiosa.  El tema ahora son los sacramentos: "Tampoco me parece que respetes mucho los santos sacramentos". (p. 89)  Poco a poco, mientras las preguntas de la joven evolucionan del orden religioso al teológico, las respuestas de Fausto incursionan primero en el orden filosófico, para llegar al metafísico después.

            El joven científico afirma que él respeta los sacramentos: quien ha llegado a las profundidades del saber como Fausto no puede menos que sentir profunda consideración hacia aquellas manifestaciones que involucren cualquier forma de conocimiento, y más aún en el orden del conocimiento teológico.  Si Fausto, en el primer monólogo, estaba decepcionado de la teología era porque esta disciplina lo había dejado a mitad de camino, le había impedido el acceso a la esencia del problema.

            Pero Margarita se muestra implacable y en su discurso inmediato, le exige fervor: "Pero sin fervor.  Hace ya mucho tiempo que no has ido a misa, a confesar". (p. 89)

            Estamos nuevamente enfrentados al problema de la vacuidad de la palabra.  Hemos observado cómo evoluciona el planteamiento de la joven.  Los términos referenciales han sido, en orden de aparición, los siguientes: a. religión; b. devoción; c. creencia; d. respeto; e. fervor.

 

            Y llegamos así al punto culminante: "¿Crees en Dios?", pregunta Margarita.  Es lo más difícil de contestar.  Ahora sí Fausto se ve obligado a involucrarse en el terreno de lo metafísico; en el discurso que sigue, define su pensamiento panteísta:

            No interpretes mal mis palabras, ángel mío.  ¿Quién se atrevería a nombrarlo, y a hacer este acto de fe: "Creo en Él"?  El que todo lo posee, el que todo lo contiene, ¿no te sostiene a ti y a mí y a Él mismo?  ¿No ves redondearse allá arriba la bóveda del firmamento, extenderse aquí abajo la tierra y elevarse los astros eternos, contemplándolos con amor?  ¿Acaso mis ojos no ven los tuyos, y no afluye todo a tu cerebro y a tu corazón, y no obra invisible, visiblemente, en derredor de ti, en un eterno misterio?  Llena tu alma de él por profunda que sea; y cuando, saturada de ese sentimiento, te sientas feliz, dale entonces el nombre que quieras; llámale dicha, corazón, amor, Dios.  Lo que es yo, no sé cómo debe llamársele.  El sentimiento lo es todo, el nombre es sólo humo que nos vela la celeste llama. (pp. 89-90)

            La conceptualización de Dios implica no un esfuerzo racional, sino un acercamiento intuitivo que tiene mucho que ver con la fe.  Margarita se maneja en el terreno de la fe, pero está dando excesiva importancia a la razón y es esto, precisamente, lo que Fausto quiere que ella entienda.  Por eso le dice: "No interpretes mal mis palabras".  El problema de Dios no se resuelve en el orden semántico; si queremos denominarlo de alguna manera podemos hacerlo, pero no habremos logrado nada más que encontrarnos en el comienzo de esta problemática.

            ¿Cómo afirmar: "Creo en Él", si la condición divina es infinita y la  perspectiva del hombre arranca de postulados finitos y él mismo  constituye una forma de limitación bien marcada?  Al hombre, ser temporal, le agrada hablar de lo  eterno, pero sus manejos conceptuales resultan tan inapropiados que no alcanza a comprender la magnitud de este enfoque.

            La caracterización de Dios desde un punto de vista panteísta, está dada por el autor a través de las palabras de Fausto y los conceptos que involucran este planteamiento, los presentamos de la siguiente forma:

            a. "El que todo lo posee, que todo lo contiene".

            Todo está en Dios, y al mismo tiempo, Dios es ese mismo universo; se integra a él y el universo está en Él.  Es la inmanencia divina, Dios forma parte de la creación, no es trascendente a ella.

            b. La divinidad sostiene al hombre; lo ha creado y se preocupa por él.  Pero al mismo tiempo, se sostiene a sí misma. Por eso Fausto le pregunta a Margarita: "¿No te sostiene a ti y a mí y a Él mismo?" Dios es la causa de su propia existencia y simultáneamente es la causa que explica al hombre.

            c. También la potencia divina se proyecta hacia el macrocosmos; en ese orden universal impera la acción de Dios y el eterno misterio seguirá estando presente en el orgulloso microcosmos; éste continuará su lucha por explicar a Dios sin llegar a comprender que primero debe explicarse a sí mismo, para poder luego intentar una aproximación a la Naturaleza, en donde el Dios inmanente comenzará a tener un sentido.

            d. Fausto sostiene así la existencia de Dios.  Es algo inconmensurable, perfecto, capaz de llenar al hombre en todas sus aspiraciones.  Sólo basta con sentirlo, no es necesario racionalizarlo.  Y cuando hayamos llegado a esta captación sensible, debemos llenar nuestra alma de Él.  Habremos alcanzado la felicidad y sólo restará darle un nombre.

            Estamos de nuevo frente al problema de la palabra, ya planteado en el capítulo primero de este libro.  La denominación de Dios es secundaria; cada hombre le llamará como quiera.  Y agrega el personaje: "Yo no sé cómo debe llamársele".

            Margarita ha escuchado atentamente a Fausto, pero interpreta en forma equivocada sus palabras: "Casi lo mismo dice el sacerdote, pero en otros términos".  Es a la inversa, el sacerdote dice todo lo contrario que Fausto, pero con la misma terminología.  La conceptualización dogmática católica no puede estar de acuerdo con este enfoque panteísta de Dios.  Decir "Dios está en todas partes", no es igual que afirmar: "Todo es Dios".

            Lo cierto es que a Fausto no le inquieta la puntualización dogmática, como le preocupa a Margarita, y, eventualmente, al sacerdote mencionado por ella.  Lo único que le importa es reconocer a ese Dios supremo y elevarle un cántico de alabanza en la terminología que sea.  Todos los hombres tienen derecho a acceder a la divinidad y llenarse de ella.  El problema consiste en la intransigencia ante la opinión de los demás.  El hombre debe actuar como un ser libre y al mismo tiempo, dejar en libertad de acción a los otros.

            El planteamiento del problema religioso continúa con una afirmación mucho más específica por parte de la joven:

Por más que parezca razonable todo cuanto dices, veo en ti algo obscuro, que me atormenta mucho, pues veo que no eres cristiano. (p. 90)

            Margarita ha seguido muy de cerca los razonamientos de Fausto, tratando de identificar signos que le indiquen el carácter religioso o no de los mismos.  El sentido libre de las afirmaciones fáusticas, la conduce a sostener: "No eres cristiano".

            De nuevo el enfoque dogmático, la necesidad de medir las opiniones con un término que encierre la forma de pensamiento.

            El presagio funesto que anida en el corazón de la joven, reaparece ahora y tiene como elemento de referencia a Mefistófeles.  Intuye algo y por eso la justificación de sus discursos cuando alude al acompañante de su amado:

            Margarita - No puedes figurarte el horror que me causa verte en compañía...

                Fausto - ¿Cómo?

                Margarita - De ese hombre que está siempre contigo. Le odio con toda mi alma.  Nada en mi vida ha herido tan profundamente mi corazón como la vista de su odioso rostro.

                Fausto - Nada temas, hija mía.

                Margarita - Su presencia me altera la sangre.  No quiero mal a nadie en el mundo; pero, así como a ti deseo verte a todas horas y gozo con tu vista, ante la vista de ese hombre siento que se apodera de mí un secreto horror.  A causa de esto, le creo un malvado; perdóneme Dios si le injurio.

                Fausto - Es preciso que haya también en el mundo pájaros como ése.

          Margarita - Imposible me sería vivir con un ser semejante.  Siempre le he visto del mismo modo; no conoce más que dos sentimientos: la burla y la cólera; todo lo demás le es indiferente; lleva escrito en su rostro que no puede amar.  En tus brazos me siento feliz, libre, plenamente tuya, y, sin embargo, en presencia de él siento que se me oprime el corazón.

                Fausto - ¡Presentimientos de ángel! (p. 90)

            Goethe ha querido que la figura de Mefistófeles aparezca subrayada aún más, mediante la aportación de Margarita.  Ella intuye algo que su razonamiento apenas explica.  La domina el horror cuando ve a Fausto con él.  Establece una comparación basada en el contraste: junto a Fausto es feliz, pero la sola presencia de su amigo basta para provocar su desdicha.

 

            Cuando dice que la burla y la cólera son los dos únicos sentimientos que anidan en Mefistófeles, está en lo cierto.  El espíritu nihilista del demonio goetheano queda definido así desde una perspectiva distinta.

            Además, continúa Margarita, "Lleva escrito en su rostro que no puede amar".

            Fausto sabe que es cierto todo lo dicho por su amada; no puede darle la razón directamente y por eso sus palabras: "¡Presentimientos de ángel!"

            El diálogo entre los enamorados está a punto de concluir.  El alma inferior reaparece en Fausto; su búsqueda es ahora de carácter sexual: volvemos a los aportes conceptuales de la escena de una Calle; el tiempo ha transcurrido raudamente, porque la vida se consume a sí misma con idéntica premura.

            Fausto afirma:

            ¡Ah!  ¡Que nunca pueda pasar tranquilamente una hora reposando en tu seno, estrechar mi corazón contra el tuyo y confundir mi alma con tu alma! (p. 91)

            Disfraza sus palabras con alusiones aparentemente espirituales que encierran la intención carnal mencionada.  Margarita ha entendido el verdadero alcance y no lo rechaza; todo lo contrario: desearía vivir sola para recibir a Fausto en su recámara, pero la presencia de la madre lo impide:

            ¡Si al menos durmiese sola!  Dejaría esta noche descorridos los cerrojos; pero mi madre apenas duerme, y si llegase a sorprendernos me caería muerta en el acto. (p. 91)

            Es importante subrayar el grado de entrega de Margarita.  Desde el momento que lo ha resuelto, los impedimentos son de carácter secundario.  El propio Fausto da la solución que conlleva en sí misma la tragedia: un medicamento hará que la madre duerma y ellos podrán disfrutar del amor.  Posteriormente, al suministrárselo sin el cuidado necesario, la matará.  Desde ese instante la tragedia se enseñorea de la existencia de la muchacha y Fausto tendrá mucha responsabilidad, por no decir que la tiene toda.

            Los momentos de vivencia del amor ya están pasando, ya están transcurriendo en este mismo instante.  Y el minuto fugaz no llegará nunca a ser eterno como lo había pedido el protagonista.

 

            Posteriormente Mefistófeles se encargará de distraer la atención del doctor mientras las desdichas son cada vez mayores en la vida de Margarita.

            En el devenir de los hechos y con ayuda del diablo, Fausto llega a matar en duelo singular a Valentín, hermano de Margarita.  Ésta, embarazada por Fausto y abandonada después, no puede tolerar su condición de madre soltera.  Apremiada por la cruel sociedad, mata a su hijo.  Es arrestada, sometida a juicio y condenada a morir en el cadalso.

            Enterado Fausto de lo sucedido, obliga a Mefistófeles a regresar con él para salvar a la joven.  Las motivaciones del personaje tienen mucho que ver con un intenso complejo de culpa; este sentido de la culpa forma parte del sufrimiento fáustico.

            En la escena de la cárcel, que analizaremos a continuación, observaremos la desesperación de Fausto al reencontrarse con la mujer que amara.

 

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