CONCLUSIONES
La postura de Goethe
ante el problema del conocimiento lo ubica, por un lado, en un rechazo a toda
forma de dogmatismo; y por otro, en un reconocimiento natural del escepticismo
como la manera más precavida de abordar el conocimiento.
En relación con este
aspecto, hemos demostrado que Wagner representa el dogmatismo a nivel del saber
positivo, mientras que Margarita lo hace en el orden del conocimiento
vulgar. Ambas formas son combatidas por
Fausto; con la ironía ante su discípulo, y con una conciliadora actitud
explicativa ante la amada. En cuanto al
escepticismo, Fausto no representa una modalidad radical del mismo, sino que
resulta atemperado por la alegría de vivir que caracterizó en todo momento a su
autor, así como por el deseo de búsqueda que suple constantemente sus
reiterados fracasos.
La
magia constituye también una forma de conocimiento, gracias a la cual el hombre
puede entrar en contacto directo con la esencia del problema en que se
ocupe. Sin embargo, los medios con los
que cuenta para retener el mensaje de la magia son insuficientes, razón por la
que se ve obligado a abandonar este terreno.
En el apartado correspondiente, hemos explicado ya que la palabra lo
aproxima a la magia, mas no lo habilita para hacer suyo el espectáculo de la
naturaleza.
El valor de la
experiencia en Goethe es fundamental.
En este sentido su forma de conocimiento es a posteriori, con lo
cual queda documentado que la vida de Fausto se caracteriza por una permanente
experimentación que lo conduce, de fracaso en fracaso, a concluir la inutilidad
de la existencia y a entregarse a Mefistófeles para conseguir el acceso al
instante fugaz que pudiera llegar a ser eterno.
Inclusive, en el
entorno de la tragedia de Margarita, observamos una forma nueva de experiencia,
la de carácter estrictamente humano, que, de acuerdo con lo analizado, termina
con la destrucción del universo de la joven.
La problemática
metafísica conduce al autor a proporcionar una explicación de Dios
caracterizada por una influencia spinozista, la cual encontramos expresada en
el primer monólogo, cuando Fausto comprende que se ha perdido por causa de su
alejamiento de la naturaleza, esto es, su separación de Dios.
En
el planteamiento del problema religioso, el protagonista fundamenta su
conceptualización panteísta en manifiesta oposición con la visión católica
tradicional defendida por Margarita.
Goethe, desde el Sturm
und Drang, se transforma en uno de los iniciadores del movimiento romántico
que había de extenderse por toda Europa.
Ofrece los planteamientos básicos de esta tendencia, así como la
temática de la nueva corriente con una exactitud que no se alcanzará ni
siquiera en los momentos de apogeo del romanticismo.
Los temas que serán
lugar común en el romanticismo, y que aparecen planteados con enorme vitalidad
en el Primer Fausto evolucionan, desde el amor y nostalgia por la
naturaleza, hasta las constantes fluctuaciones anímicas del personaje. La vivencia de la soledad y la predilección
por el tema de la muerte apoyan también aspectos básicos de esta
conceptualización.
No hay en el
protagonista una estabilidad de valores, porque su propia interpretación del
mundo lo conduce a un permanente desequilibrio.
El amor actúa en él como fuerza incontrolable. La lucha entre lo dionisiaco y lo apolíneo
-ya señalada- presenta una marcada inclinación hacia el predominio del primero
de los aspectos mencionados. Sostenemos
que prevalece lo dionisiaco, porque es la forma más válida de fundamentar el
valor de la acción. Basado en el carpe
diem vivirá los momentos más representativos, pero al mismo tiempo los
más dolorosos. Concomitantemente, el
sufrimiento de Fausto se ofrece como una manera catártica que recuerda así el
pensamiento griego al respecto.
Goethe es partidario de
la acción salvadora. El núcleo del
problema de la acción está dado en "La tragedia de Margarita". Antes de conocer a la joven, Fausto había
actuado en un orden meramente teórico. A
partir de "Una calle", comprende que al hombre le está reservada la
felicidad en la medida en que consiga vivir plenamente a pesar de los errores
cometidos.
En las bienaventuranzas
de san Mateo, se hace referencia al valor trascendente del actuar en favor de
la justicia, por ejemplo, y aunque ésta no se obtuviera, si la intención era
buena el hombre resultaba justificado.
En Goethe el problema es diferente, aunque aparentemente existan puntos
de contacto. El hombre goetheano debe
buscar su felicidad con una correcta intención, pero si luego yerra y hace el
mal, este mal no es más que el impulso necesario para acceder al fin
trascendente obtenido mediante esta misma acción.
La figura de Kant
resultó muy respetada por Goethe. En
realidad los puntos de contacto entre ambos son pocos, según quedó explicado en
el primer capítulo. El problema del
dualismo en el autor del drama estudiado aparece en una constante pugna con el
monismo filosófico. Esa dualidad
cuerpo-alma es dirigida por Goethe hacia un intento de identificación que no es
alcanzado plenamente.
En el orden gnoseológico,
el maestro de Königsberg defiende la autonomía del yo, así como la
irreductibilidad de éste a lo material.
Por lo anterior, observamos que Kant y Goethe tienen en común la
importancia que ambos conceden a lo empírico.
En lo que corresponde a
la conceptualización de Dios, para Kant la divinidad es trascendente, es decir,
no pertenece al universo por ella creado, mientras que Goethe sustenta el
concepto inmanente de Dios: la divinidad es parte de la creación misma.
Por último, la relación
entre Fausto y Margarita se presenta en el entorno de un paulatino cambio de
posiciones entre el uno y la otra.
Conocimos, al comienzo, un Fausto seguro de sí mismo, que no se detenía
ante nada para alcanzar los objetivos propuestos, en oposición de carácter con
una Margarita de actitud tímida, temerosa e ingenua rayando en la
simplicidad. Este marcado contraste no
asombra: pese a su metamorfosis, el anciano sabio es por fuerza superior, en
conocimientos e inteligencia, a la inexperta joven; por causa de las abismales
diferencias entre ambos personajes, la antítesis no podía ser menor.
Sin embargo, la
filosofía goetheana, con los retóricos artificios de quien -como Fausto-
destilaba inteligencia y recursos, logra invertir los papeles al término del
drama: el sabio, ciego de entendimiento, no comprende lo que la mujer enuncia
con seguridad y pertinencia; aun los discursos delirantes de Margarita
responden a la actual circunstancia, la situación se adecua al plan goetheano
de existencia humana, el protagonista, arquetipo del hombre, habrá de
entenderlo así, si no en esta primera parte, sí en el Segundo Fausto.
En fin, Goethe es uno
de los últimos genios europeos, uno de los pocos hombres cuya enciclopédica
cultura les permitió tratar variados temas con reconocida aceptación. Con ser uno de los pensadores alemanes más
conocidos, el aspecto filosófico de su obra continúa relegado a segundo
plano. Aunque no negamos el valor y la
importancia de su producción literaria, consideramos necesario recuperar,
mediante el estudio de cada uno de sus escritos, el aporte filosófico de este
hombre. Sabido es que nuestro autor no
planteó en forma convencional este tipo de postulados, no formó escuela, mas
este hecho no constituye una razón de peso para negar la existencia de la
filosofía goetheana o poner en duda su valor, por el contrario, justifican y
apremian los estudios dedicados al tema.
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