Sturm und Drang y romanticismo
En toda Europa,
Alemania es la primera nación que logra imponer un maduro y fecundo
romanticismo frente al neoclasicismo. La
inicial manifestación del romanticismo alemán como corriente
filosófico-literaria se ubica entre los años 1798 y 1803.[28] Las circunstancias que motivaron esta
relativamente acelerada transición entre una y otra corrientes se concentran,
aunque no de forma exclusiva, en el grupo de Weimar. Este grupo, encabezado, pese a su juventud,
por Goethe, es la fuente del Sturm und Drang, movimiento cuyas actitudes
explosivas buscan el equilibrio que permita la fructífera unión entre la razón
y el impulso. Desde 1777 Herder, Goethe,
Schiller, Wieland y Lessing, entre otros, comenzaron a manifestar mediante
escritos filosóficos, científicos, críticos y literarios su concepción del
pensamiento como una actividad libre y espontánea, nutrida por las legendarias
fuentes de la autóctona tradición germana, regida en todo momento por la
disciplina de la crítica no dogmática.
La influencia del Sturm
und Drang en el romanticismo ha sido tradicionalmente concretada en la
concepción de la poesía, el culto a la Naturaleza y el uso de fuentes populares
y nacionales. Tan somera descripción, a
pesar de ser fundamentalmente cierta, precisa ser completada; para efectos de
esta exposición nos limitaremos a los aspectos que involucren al autor de Fausto.
Herder, pilar teórico del Sturm und Drang,
se entregó al estudio de la Biblia y Homero, así como de sagas, poemas escandinavos,
antiguos cantos populares y Shakespeare, lecturas en las que encontraba la
espontánea y natural manifestación poética por excelencia. Esta actitud librepensadora es una de las
bases prerrománticas de mayor influencia en las producciones intelectuales
contemporáneas y posteriores.
Goethe simpatizó con
las ideas de Herder en tal medida que durante 1770 y 1771 lo frecuentó para
discutirlas.[29] Posteriormente constituyen, junto con otros
intelectuales, el citado grupo que adoptó el nombre de un drama de Maximilian
Klinger. Sobre el criterio estético de
los Stürmer, consecuencia directa de los postulados filosóficos
asumidos, van Tieghem comenta:
Toda
poesía, toda literatura debe brotar directamente del genio del autor, libre de
tradiciones, de reglas, de sujeciones o imposiciones morales o sociales [...]
el autor debía, según ellos, mantenerse original, en vez de imitar; seguir a la
Naturaleza en sus ingenuidades o en sus rudezas, sin cuidarse de estilizarla
por medio del arte. Genio, originalidad
y Naturaleza eran el santo y seña de aquella escuela.[30]
En consecuencia, puede
observarse que exigían de la poesía sinceridad y ruptura con los
convencionalismos y una expresión directa de lo subjetivo, del alma del autor;
de aquí que se auto designaran "genios originales".
Como anteriormente
señalamos, Goethe fue el líder del Sturm und Drang, destacado por su
carácter rigurosamente disciplinado y su genialidad. Él como nadie encarna el prerromanticismo
bajo sus dos aspectos principales: el osado impulso que derriba lindes
mojoneros y la ensoñación melancólica que sigue a la depresión.[31]
Sus impulsos creadores
se manifiestan en actitudes tales como la de iniciar y abandonar escritos de la
magnitud de Fausto; afortunadamente concluido, a instancias de sus
amigos, poco antes de la muerte del autor.
Indudablemente se propuso y logró subordinar el enérgico torrente de su
carácter al genio racionalmente organizado, tal como lo escribió en Wilhelm
Meister: "una fuerza en nosotros es capaz de suscitar lo que debe
ser".[32] En esto consistió su sabiduría equilibrada,
principal diferencia entre su personalidad y las del resto del grupo.
En el marco conceptual
de los Stürmer la Naturaleza se considera energía regente del universo
moral tanto como del material. Esta idea
les lleva a manifestarse a partir del libre impulso, de la exteriorización de
los aspectos internos y eternos del hombre original tales como sus pasiones y
deseos, su carácter y todo aquello que permanece después de excluir los vanos
ornamentos de la etiqueta, las normas y la civilización, cuyas exigencias se
inclinan por fundir al individuo en la masa colectiva anónima.
En la filosofía de
Goethe "el inconsciente es la raíz del ser humano, su punto de inserción
en el vasto proceso de la Naturaleza",[33] es lugar desde el
cual surge el ímpetu, el impulso creador que distingue al individuo a la par
que lo eleva cual copartícipe de la Naturaleza, universo en el que todo
confluye armoniosamente.
El auténtico genio
creador es tempestuoso, hombre de carácter forjado. Así lo prueba la siguiente afirmación crítica
de Goethe frente a la personalidad del príncipe Hamlet:
Una naturaleza hermosa, pura, noble, altamente moral, sin
la fuerza vital que hace al héroe, sucumbe bajo un peso que no puede ni llevar
ni arrojar.[34]
En la Alemania de los Stürmer,
sólo un espíritu templado podía ser capaz de conjuntar exitosamente los
contrastantes extremos que éstos exigían.
Como muestra de esta actitud en la literatura, véase la siguiente
afirmación de Goethe:
En los griegos y en algunos romanos encontramos una
separación y una depuración de los diferentes géneros poéticos, pero a nosotros
los nórdicos no se nos pueden proponer exclusivamente aquellos modelos. Disponemos de otros antepasados de quienes
gloriarnos, y tenemos varios modelos a la vista. Si no hubiera sido por el sesgo romántico de
los siglos bárbaros, lo monstruoso y lo trivial
no hubiera [sic] entrado en contacto y no tendríamos un Hamlet,
un Lear, una Devoción de la cruz, un Príncipe constante. Y mantenernos animosamente en la cumbre de
estas ventajas bárbaras, puesto que nunca estaremos en las condiciones de los
antiguos, es nuestra obligación.[35]
En la producción
intelectual, Goethe vuelca su concepción de la Naturaleza como unidad vivida en
lo individual, cosmos experimentado simbólicamente en las particulares
manifestaciones dinámicas, equilibrio entre el todo y sus partes. Como bien señala Béguin, para los Stürmer:
La
obra de arte es un objeto, y, como tal, algo finito; indudablemente,
este objeto y su forma son portadores del infinito, pero no podemos percibirlo,
sino amando el objeto tal como es, en su medida. Sucede lo que con el instante, en el cual se
concentra la eternidad, pero que para nosotros sigue siendo el instante.[36]
Estamos aquí frente al
panteísmo goetheano, herencia del spinozismo, como ya se verá más adelante, que
en el marco del romanticismo y sus antecedentes postula la divinidad per se
del universo cuya inmanente ley rige igualmente al hombre:
Así como cada
instante se basta y se justifica por sí solo, así también cada ser, cada
hombre, forma un todo que tiene sus límites y la obligación de su propia
perfección.[37]
Éste fue el punto de
partida del joven Goethe, la búsqueda de un equilibrio en el que confluyeran
armoniosamente tanto sus tensiones interiores como las contradicciones de la
época, equilibrio que mantendría su ser inserto en el flujo de la vida cósmica.
[28] Cfr. Paul van Tieghem, El romanticismo en la
literatura europea, Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, México,
1958, p. 96.
[32] Citado por Albert Béguin, Creación y destino. I.
Ensayos de crítica literaria. F.C.E., México, 1986, p. 33.
[34] Citado por Erich Auerbach, Mimesis; la representación
de la realidad en la literatura occidental, F.C.E., México, 1982, p. 310.
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