viernes, 19 de marzo de 2021

LA TRAGEDIA DE MARGARITA. Una calle.

 

LA TRAGEDIA DE MARGARITA

 

                                                           Una calle: Fausto y Margarita de paso

                                                           Fausto conoce a Margarita y se enamora

 

            Comienza con esta escena la "Tragedia de Margarita".  Dicha tragedia se compone básicamente  de cinco escenas que comentaremos en el desarrollo del presente capítulo.

            1. Encuentro de Fausto con Margarita al salir ésta de una iglesia.  Se manifiesta en el protagonista el deseo de posesión inmediata.

            2. Monólogo de Fausto en el cuarto de la joven. Ella no está presente físicamente, pero se advierte que hay algo que la representa: en el aire de la habitación se adivinan el orden y la paz imperantes, y estos elementos aluden a la muchacha de una manera indirecta.

            3. Primer encuentro amoroso en el jardín de Marta.  Dialogan sobre diversos temas y es necesario subrayar las aportaciones fáusticas al orden filosófico; él interpreta el mundo desde una óptica muy personal que es reflejo de sus creencias y de las múltiples aportaciones que ha recibido.

                4. Segundo encuentro en el jardín de Marta y planteamiento del tema religioso a cargo de Margarita.  Fausto expresa su conceptualización metafísica del problema de Dios, aunque Margarita confunde su discurso con una aportación de carácter meramente religiosa.

            5. Escena final de la tragedia.  En la cárcel, Margarita espera la muerte como castigo de los hombres a su acción criminal; no reconoce a Fausto que viene a rescatarla.  Se advierte el sentido catártico del morir de Margarita quien sólo puede salvarse gracias al poder de esta misma muerte y de ninguna manera huyendo en brazos de su antiguo amante.

            Las cinco escenas mencionadas tienen en común varios aspectos que señalaremos a continuación:

            I. En el orden religioso, Margarita será la víctima propiciatoria, para conseguir la salvación fáustica mediante la acción.  Es necesario el sacrificio de esta hermosa mujer para dar lugar a la explicación goetheana: el hombre se salva siempre que actúe; no importa si comete errores, lo esencial consiste en rendir tributo a esa febril acción que no conoce límites.

            II. En el orden filosófico, queda expresada la lucha del personaje entre el monismo religioso heredado de Spinoza, y el dualismo de su propio ser.  No entiende lo que sucede en él; sólo sabe que hay momentos en los que predomina la carne y otros en los que el espíritu es dueño y señor.  Encontrar el equilibrio constituye una vana ilusión.

            III. En el terreno metafísico, Fausto habla del tema de Dios  como una expresión maravillosa del universo, que no necesita tener un nombre que lo identifique.

            IV. Como aportación al romanticismo, es importante subrayar diversos temas que se transformarán en lugar común en la literatura romántica europea:

            IV. a. Fluctuación constante de los estados de ánimo del protagonista.  No encuentra tampoco el equilibrio deseado: deambula del deseo al goce y en el goce suspira por el deseo.

            IV. b. El amor es una fuerza incontrolable, en donde la pugna entre lo dionisiaco y lo apolíneo, ocupa un lugar preponderante.

            IV c. La seducción introduce el tema del donjuanismo, que ya había sido planteado en la literatura de los siglos anteriores, pero que habría de perfeccionarse con el romanticismo.  Fausto, cuando conoce a Margarita, se siente y actúa como un don Juan.

            IV. d. Las características personales de Margarita son las de la mujer romántica: tímida, sumisa, doméstica, portadora de una belleza natural, humilde y hacendosa.  Estos atributos responden al querer romántico y conforman la personalidad de la amada, como lo explicaremos en el análisis de los pasajes correspondientes.

            IV. e. La temática de la soledad es trascendente.  A partir del momento en que conoce a Fausto, la joven comenzará a vivir su propia soledad que terminará ineludiblemente en la muerte.

            IV. f. Como consecuencia de lo anterior, la muerte está presente con toda su autoridad.  El joven doctor es portador de la destrucción y el horror para el mundo de Margarita.  Será culpable indirecto del aniquilamiento de la madre de la muchacha; responsable directo, de la del hermano; y verdadero verdugo cuando deja sola a su amante, con el hijo de ambos, quien será asesinado por la enajenada mujer.

            Analizaremos, a continuación, el primer encuentro entre Fausto y Margarita.  Éste constituye una nueva experiencia del protagonista, enfocada ahora hacia lo estrictamente humano.  De manera paradojal, Mefistófeles no es el promotor de este primer encuentro, sólo está presente y no parece darle la trascendencia que el mismo posee.

            Margarita es la mujer que conmoverá las fibras más íntimas de Fausto.  Ella le recordará que él es hombre y le mostrará un camino que ninguna ciencia pudo colocar a su alcance.

            A pesar de lo dicho anteriormente, es conveniente recordar las afirmaciones de Edme Caró en relación con Margarita y el sentido filosófico que ésta representa en la obra:

            Notemos, sin embargo, el contraste sencillo y sorprendente del carácter de Margarita con el de Fausto.  Tomando bien las cosas, ¿no está la filosofía mezclada por todas partes a este poema, como a la vida? Ciertamente, si había en toda Alemania, al fin del siglo XV, un alma incapaz de comprender a Fausto, parece, en verdad, que era la de Margarita.  Ella está separada de la inteligencia de Fausto por todo el intervalo que separa el cielo de la tierra.[1]

 

            Las afirmaciones anteriores podremos corroborarlas en el análisis que efectuaremos de las distintas escenas ya esquematizadas.  Por ahora, bástanos subrayar la distancia que separa a ambos; pertenecen a mundos distintos, enfocan la existencia cada uno de acuerdo con sus propias motivaciones.  Pero, Fausto ha visto primero un hermoso cuerpo y luego irá descubriendo un alma inocente, y esto es, por lo menos al principio de la relación, suficiente incentivo.

            Este primer encuentro responde a un esquema romántico característico.  Recordemos las palabras del Gracioso en el "Preludio en el teatro", con las que proporcionaba una fórmula amorosa: "Se acerca uno por casualidad, se entusiasma, permanece en su puesto y cae al fin rendido..." (p. 8)

            Al joven doctor le sucede algo semejante: su encuentro es totalmente casual y la llama del amor se enciende inmediatamente.  En el orden filosófico, insistimos en señalar, que Margarita aparece relacionada con uno de los factores que despiertan el dualismo del protagonista.  Ella es parte de ese mismo dualismo por tratarse de un hermoso cuerpo y de un alma inmaculada.

            Para Fausto resulta aparentemente fácil encontrarse con el cuerpo de esta mujer, como le sucede en "Una calle", y en alguna forma descubrir su alma olvidando el cuerpo, como  acontece  en el cuarto de la joven.  El problema sobrevendrá cuando ese dualismo se le imponga con toda su fuerza, en el instante en el que Margarita aparezca ante él, como cuerpo y como alma.  ¿Qué hará entonces?  He aquí el conflicto fáustico central en la "Tragedia de Margarita".

            En "Una calle" domina el sentimiento romántico, el deseo de posesión inmediato.  El goce sexual se anuncia con la sola presencia física: retomando conceptos goetheanos, se impone el "alma inferior" de Fausto, predomina lo dionisiaco, resurgen las pasiones humanas.

            El protagonista ve a la joven y posiblemente, de manera inconsciente, la relaciona con la imagen del espejo en la cocina de la hechicera.  Al dirigirse a ella sin conocerla, deja de lado las normas sociales que imperaban en aquella época.  El impulso que lo domina resulta incontrolable.  Comete los mismos errores de un principiante.  Toda la experiencia acumulada en el terreno intelectual no le sirve de nada en este momento: actúa simplemente como un hombre.

            Señalábamos en el capítulo I: "La filosofía de Goethe", la poca importancia que el autor otorga a la palabra.  Aquí lo encontramos expresado de nuevo.  Fausto quisiera ser dueño de palabras que lo acercaran eficazmente a esta mujer angelical.  Pero su lenguaje es tosco, no refleja lo que realmente siente.

             Afirma: “Hermosa señorita, ¿me atreveré a ofreceros mi compañía y mi brazo?” (p. 68)

            Es éste un saludo que expresa dos conceptos fundamentales y un deseo: a) "hermosa" y "señorita"; b) ofrece su compañía. La apreciación de la belleza puede considerarse, en el contexto goetheano, como una reminiscencia griega; antes había sido el espejo y ahora es la realidad tangible.  Es éste el constante juego de la vida: el hombre jamás puede llegar a saber cuándo está ante un espejo y cuándo, ante la realidad.  Juguete en manos del destino, la condición fáustica, se encuentra ahora enfrentada a una revelación estética muy importante.

            Margarita responde, con profunda humildad, que ella no es señorita ni tampoco hermosa.  Lo primero resulta enmarcado en un contexto social, puesto que sólo a las mujeres de la aristocracia se les denominaba señoritas.  Lo afirmado en segundo término, tiene su origen en una modestia muy espontánea que la hace más atractiva aún a los ojos de su enamorado.

            La respuesta de Margarita puede entenderse como brusca, pero no le deja otra opción el atrevimiento de este desconocido.  Contrasta la actitud segura del personaje masculino con la inseguridad de la joven, quien se aleja de inmediato.

            Constatamos que Fausto ha quedado definitivamente prendado de ese cuerpo cuando le oímos decir:

            ¡Cielos!  Es una hermosa joven; no había visto en mi vida cosa igual; es a la vez modesta, graciosa y tiene un no sé qué de fascinador que me arrebata.  ¡Nunca olvidaré ni la tersura de sus mejillas ni el carmín de sus labios!  Inclinaba la vista de un modo que no se borrará ya más del corazón; y esta brusquedad de su partida, ¡cuán encantadora resulta! (p. 68)

            La presente reflexión del protagonista nos lleva a observar los aspectos resaltados por él:

a. "Hermosa joven"

b. "Un no sé qué de fascinador que me arrebata"

c. "La tersura de sus mejillas"

d. "El carmín de sus labios"

e. "La inclinación de la vista"

f. "brusquedad de su partida".

            Predominan en la enumeración precedente, los elementos de tono sensual.  Margarita quiere actuar con el recato de una doncella, pero provoca en Fausto una reacción contraria.  Lo ha excitado aún más, y el joven doctor cree descubrir en ella los signos del amor.

            Es cierto que Fausto también dice de Margarita que es "modesta y graciosa"; pero estos caracteres, preferentemente espirituales, no hacen más que resaltar la belleza de un cuerpo adorable.

            El diálogo entre ambos ha sido breve, muy conciso.  Semejante a la brevedad de aquél que tiene tanto que decir que no dice nada y de aquélla, que está obligada a callar por el "deber ser social".

            Posteriormente, en la soledad de su habitación, la joven volverá a pensar en el desconocido y lo hará con una mezcla de curiosidad y ternura.  Algo ha dejado Fausto en ella a pesar de las precarias palabras pronunciadas.

            Todo en Margarita es significativo para el protagonista; sabe observarla con la profundidad y el valor cualitativo con que lo había hecho muchas veces en el terreno de sus experimentaciones.

            Ciertamente, ella constituye una experiencia más en la vida del ahora joven doctor; en donde la razón dejará el lugar al sentimiento.  Pero, esta experiencia es muy valiosa en la existencia de Fausto; podrá salir herido de ella y podrá dejar un sendero de sangre a su espalda; lo importante estriba en haberla vivido.

            Ahora bien, cuando entra Mefistófeles, Fausto le dice: "Preciso es que me procures esa joven". (p. 68)  Estas palabras revelan un sentimiento que no está de acuerdo con las aspiraciones grandiosas del hombre que conocimos en el primer monólogo.  Quiere poseer inmediatamente ese cuerpo.

            La explicación para esta manera de actuar, la descubrimos en el hecho de que el protagonista está viviendo en el tiempo de la tragedia, y de ahí su premura.  El carpe diem no conoce la expresión "mañana", tiene que ser ahora; no cabe la idea de postergación.

            El personaje trágico, al vivir en el desarrollo cronológico de esta misma tragedia, llega a comprender que todo tiene que ser inmediato: la vida se consume a sí misma en ese constante fluir, en ese permanente dejar de ser; por eso lo que no se alcance hoy no debe esperarse que un mañana lo proporcione.

            Mefistófeles se manifiesta indiferente ante la pasión que está consumiendo a su compañero.  Antes le había mostrado los placeres de Auerbach y Fausto había respondido con indiferencia.  Ahora, una simple mortal, lo coloca al borde de la locura.

            La torpeza del diablo no puede ser mayor; de nuevo su incomprensión ante los hechos.  Además la ironía con que se manifiesta en este momento, no está de acuerdo con los cálidos acentos que embargan al personaje.  Igual que el perro de aguas gruñía, así también, el demonio nihilista de Goethe desaprueba al hombre enamorado.  En lo que respecta a Margarita, reconoce que no tiene poder sobre ella, porque ha oído su confesión y es un alma inocente.

            Al mismo tiempo, notamos un comportamiento distinto en Fausto.  Cuando hablaba de temas del conocimiento, lo hacía con reconocido escepticismo; ahora, su discurso revela facetas nuevas.  Se expresa pedantemente.  Esto se lo hace notar Mefistófeles recurriendo a su consabida ironía.

            Al decir el diablo que no tiene poder sobre ella, porque es una niña inocente, Fausto comenta: "Y con todo, tiene más de catorce años". (p. 69)

            Estas palabras parecen dictadas por una actitud arrogante y deseosa, más que por una manifestación sincera.  De todas maneras, debemos subrayar el carácter violento de la afirmación que le permite agregar a su acompañante: "Hablas como Hans Liederlich". (p. 69)  Habíamos mencionado el tema del don Juan y aquí surge en toda su pujanza.

            Fausto está nervioso y amenaza con romper el pacto y es ahora Mefistófeles quien pide plazo: "Necesito lo menos quince días sólo para acechar la ocasión". (p. 69) 

            La nueva intervención del protagonista lo ubica en su pretenciosa actitud anterior: "Si yo pudiese tan sólo disponer de siete horas, no necesitaría tu auxilio para seducir a semejante criatura". (p. 69)

            La escena concluye con un marcado tono romántico, que sirve de transición para la siguiente en donde Fausto se encontrará solo en el cuarto de Margarita.  Él le había pedido, finalmente al diablo, aunque más no fuera una prenda de la joven para calmar de manera momentánea su ansiedad.  En lugar de esto, Mefistófeles lo conduce a la habitación mencionada y comienza a dominar las situaciones como lo podremos corroborar en el análisis posterior.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

           


    [1] Edme-M. Caró. op. cit., p. 225.

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