Antígona
Sófocles
Casandra Sánchez Mercado
Grupo 15
Febrero 2020
Dr. Luis Quintana Tejera
“Sófocles (nacido c. 496 a. C., Colón, cerca de Atenas [Grecia]; murió en 406, Atenas), con Esquilo y Eurípides, uno de los tres grandes dramaturgos trágicos
de la Atenas clásica.” (Taplin, 2020) Solo se conservan siete obras completas, que
son de vital importancia en el género de la tragedia. En este texto analizaré
algunos aspectos y perspectivas de Antígona, escrita por Sófocles, representada por primera vez en
el año 442 a.C.
Para poder adentrarnos al
análisis debemos dejar claro el contexto con las tragedias anteriores a esta, “Antígona […], la hija nacida de la unión inconscientemente
incestuosa de Edipo y su madre, Yocasta. Después de que su padre se cegara al
descubrir que Yocasta era su madre y que, también sin saberlo, había
asesinado a su padre, Antígona y su hermana Ismene sirvió como guía de Edipo, siguiéndolo desde
Tebas hasta el exilio hasta su muerte cerca de Atenas. Al regresar a Tebas,
intentaron reconciliar
a sus hermanos en disputa: Eteocles, que defendía la ciudad y su corona, y Polinices, que atacaba Tebas. Ambos hermanos, sin
embargo, murieron y su tío Creonte
se convirtió en rey. Después
de realizar un elaborado servicio fúnebre para Eteocles, prohibió la remoción
del cadáver de Polinices, condenándolo a estar sin enterrar, declarando que
había sido un traidor.” (Britannica, 2018) Como personajes se nos presentan Antígona,
Ismene, coro de ancianos, Creonte, un centinela, Hemón, Tiresias, un mensajero, Euridion, otro mensajero.
La tragedia comienza con
Antígona contándole a Ismene su plan de ir hasta Tebas para hacerle un funeral
digno a su hermano Polinices, ambas conocen el decreto de Creonte, cualquiera
que entierre aquel cuerpo será castigado con la muerte, pues Polinices es
considerado como un traidor, Ismene no está dispuesta a tomar el riesgo, pero
Antígona sí, por ello emprende su camino, para que por la noche pueda acercarse a los restos de
su hermano y comenzar los ritos sagrados.
Dentro de la obra podemos
identificar la peripecia justo en la siguiente escena:
“¿Cómo, si la estoy viendo, podré negar que no sea ésta la niña Antígona? ¡Oh, hija infeliz de Edipo, infeliz padre! ¿Qué es esto? ¿Es que, por desobedecer los mandatos del rey, te
traen éstos habiéndote sorprendido en tal imprudencia?
El
Centinela. Ésta es la que el crimen ha perpetrado; la sorprendimos cuando estaba
sepultándolo. ¿Pero dónde está Creonte? […]
Creonte. ¿Qué hay? ¿Qué coincidencia me hace llegar oportunamente?
El centinela. Señor, para los hombres nada irrevocable, porque la reflexión modifica el primer pensamiento. Cuando duras
penas hubiera creído yo volver aquí, por las amenazas con
que me helé de terror entonces […], con esta muchacha, que ha sido sorprendida cuando preparaba la sepultura.” (Sófocles. Traducción de Alemany Bolufer, 1921)
La peripecia “es el punto de inflexión en un drama después del cual la trama avanza
firmemente hacia su desenlace” (Britannica, 2015), en el diálogo anteriormente mencionado se muestra cuando el centinela logra capturar a Antígona en pleno
acto del ritual, a diferencia que en Edipo Rey que la peripecia se
encuentra casi al final cuando logran llegar a una conclusión,
en esta tragedia es casi al inicio, Creonte está decidido a castigar a su sobrina por cometer tales
imprudencias, por desobedecerle. Debemos destacar un una de las premisas en la historia, por lo tanto, de Antígona como personaje, esta es la imposición de las leyes de los dioses ante las leyes de los
humanos, es consciente de la consecuencia de sus actos, no niega lo que
ha hecho, orgullosa, valiente sostiene su palabra pues para ella es de suma importancia que Polinices se reúna con los dioses.
Por otro lado, tenemos la catarsis, “efecto purificador y
liberador que causa la tragedia en los espectadores suscitando la compasión, el horror y otras
emociones” (RAE, s.f.), las tragedias son representadas, el público las experimenta en vivo, me atrevo a decir que en esta tragedia es más fácil que empaticen los espectadores con Antígona, porque incluso el pueblo dentro de la historia está de su lado, quieren que Polinices tenga una celebración digna, sin embargo por el miedo que le tienen a
Creonte prefieren callar y obedecer, nadie se atreve a
revelarse por temor a que le maten. Desde la antigüedad, la muerte ha sido algo sagrado que se debe venerar, cada uno bajo nuestras creencias busca que sus muertos lleguen en paz a donde quiera que vayan después de la vida, o al menos tener una despedida de
su cuerpo, por eso, no importa cuándo sea representada la
obra, el espectador logrará estar del lado de Antígona.
Creonte se enfrenta a una
batalla verbal con Antígona donde al final decide no matarla por su propia
mano, sino que ordena que la encierren con suficiente comida, con el
tiempo comenzará a escasear y morirá sola, hambrienta y sedienta, lo cual lo hace aún peor, es una muerte lenta. Hemón aparece en escena, es el hijo de Creonte y prometido de
Antígona.
“Creonte. […] Hijo mío, ¿vienes aquí porque has oído mi última decisión sobre la doncella que a punto estabas de esposar y quieres mostrar tu furia contra tu padre? ¿o bien porque, haga
yo lo que haga, soy tu amigo?
Hemón. Padre, soy tuyo, y tú derechamente me encaminas con tus benévolos
consejos que siempre he de seguir; ninguna boda puede ser para mí tan estimable
que la prefiera a tu buen gobierno.
Creonte. Y así, hijo mío,
has de guardar esto en el pecho: en todo estar tras la opinión paterna: por eso es que los hombres piden engendrar hijos y tenerlos
sumisos en su hogar: porque devuelvan al enemigo el mal que les causó y honren, igual que a su padre, a su amigo; el que, en cambio, siembra hijos inútiles, ¿qué otra cosa podías decir de él, salvo que engendró
dolores, motivo además de gran escarnio para sus enemigos? Nunca jamás, ¡oh, hijo! Te rinda el placer de manera que abdiques de tu razón por
culpa de una mujer, sabiendo qué frío resulta el abrazo cuando tienes en casa
por esposa a una mujer mala. ¿Pues qué plaga puede resultar mayor que una mala
compañera?” (Sófocles. Traducción de Alemany Bolufer, 1921)
Podemos notar cómo al inicio
de la escena, cuando Hemón comienza a hablar se muestra sumiso, quiere
expresar su descontento y preocupación, pero no quiere perjudicar al gobierno
de su padre. Sabemos cómo se tomaba la participación de la mujer, incluso ahora hay gente que sigue pensando lo
mismo, dependiendo del contexto en el que nos desarrollemos los valores y
costumbres que predominen serán distintos, el desprecio hacia la mujer era constante, ahora, estar comprometido con una mujer que no acata las indicaciones del Rey
en turno, revelarse, era considerada como una mala mujer, cualquier hombre que
la desposara tendrá la mala fortuna de convivir con ella. Aunque al principio de la conversación, Hemón se muestra a disposición de su padre, trata de convencerlo de que condenar a su
futura esposa es algo que no se debe hacer, él está preocupado por
el futuro de Antígona, pero también se preocupa por la actitud de su padre,
sabe que si se va por el camino de las acciones que está tomando traerá graves
consecuencias. Al final no logra más para su amada, así que se retira.
Cuando creíamos que nada
podía hacer que Creonte cambiara de opinión llega el viejo Tiresias, profeta, el cual aparece en Edipo Rey.
“Tiresias. Piensa que ahora caminas sobre el filo de una navaja.
Creonte. ¿Qué sucede? ¡Cómo
me horrorizan tus palabras!
Tiresias. Lo sabrás así que
oigas los pronósticos de mi arte; pues al tomar asiento en el antiguo sitial de
mis agoreras observaciones, donde tengo la estación de toda suerte de alígeros,
oí desconocidos gritos de aves que graznaban con infausta y extraña furia, y
comprendí que se desgarraban unas a otras con sus ensangrentadas garras, porque
el ruido de su aleteo no era equívoco. En seguida, lleno de temor, quise hacer
la prueba en las ofrendas que tenía en los altares, del todo encendidos. Pero
el fuego no sacaba llama de las víctimas, sino que la grasa derretida de los
muslos se fundía sobre la ceniza y humeaba y chisporroteaba; la hiel se
disipaba en vapor, y de los muslos, destilando la grasa que los cubría,
quedaron los huesos. Tales son los presagios funestos de estos misteriosos
sacrificios que he sabido por este niño […]. Y esto lo sufre la ciudad por causa de tu determinación; porque
nuestros altares y hogares sagrados han sido invadidos todos por las aves y los
perros que se han saciado en el cadáver del infeliz hijo de Edipo. Por esto los
dioses no aceptan de nosotros ni las plegarias de los sacrificios ni la llama
de los muslos de as víctimas; ni ave alguna deja oír gritos de buen agüero,
porque se han saciado en la pringue de la sangre corrupta de un cadáver.” (Sófocles. Traducción de Alemany Bolufer, 1921)
Sin embargo, Creonte decide
hablar mal del anciano, no cree en los males que caerán en él por las malas
decisiones que está tomando, le echa en cara que los adivinos lo único que
buscan es dinero, pero debemos recordar que Edipo tampoco le creyó a Tiresias
cuando le contó la verdad que conocía, por lo que Tiresias procede a hablar de
la maldición que está por caerle a Creonte.
“Tiresias. […]Has de saber que ya no verificará el Sol muchas revoluciones en su
lucha con la tiniebla, sin que en ellas tengas que dar un muerto de tus propias
entrañas a cambio de esos dos cadáveres, de los cuales has echado uno de la luz
a las tinieblas, encerrando inicuamente a una alma viviente en la sepultura; y retienes aquí arriba al otro, privando de él a los dioses
infernales por tenerlo insepulto y sin los debidos honores, en lo cual no tienes tú poder, ni
tampoco los dioses de aquí arriba; procedes, pues, violentamente en todo eso.”
Creonte, después de escuchar
lo que se avecinaba se pone a disposición de lo que Tiresias le
sugiera, pues es consciente que el triunfo de su reinado ha sido gracias al
viejo profeta. Es aquí donde apreciamos la catástrofe, dentro de una tragedia corresponde a
“la acción final que completa el desenlace de la trama” (Britannica, 2018), Creonte se dirige a donde está el cuerpo de Polinices para comenzar un ritual apropiado. Sin embargo, al pasar el tiempo llega un mensajero que le habla al
coro informando las atrocidades suscitadas, cuando Creonte emprendió su camino hacia el lugar
donde estaba Antígona logró escuchar gritos familiares, los conocía, pidió que
abrieran paso para poder entrar, ahí dentro se encontraba Antígona colgada, se
había suicidado, a su lado lloraba Hemón, lamentaba la muerte de su amada, en un ataque de
ira tomó su espada y quiso matar a su padre pero no lo logró, por lo que
decidió quitarse la vida. Inoportunamente Eurídice, la esposa de Creonte,
estaba acercándose y escuchó al mensajero, fue tanta la tristeza de no tener más a su hijo que entró al castillo y también se
suicidó. Creonte regresó al lugar de inicio, con su hijo en
brazos, al enterarse de que su esposa también estaba muerta se lamentó por todas las decisiones que tomó.
El orgullo, el poder y las
profecías divinas son algo que rigen estas tragedias, se imponen órdenes y ponen en duda las profecías de los dioses,
cosa imperdonable entre los griegos (y religiones en general). “Los diálogos entre Creonte y
Antígona alcanzan una altura inigualable, pero también son dramáticos los que
se establecen entre Creonte y su hijo Hermón, el prometido de Antígona, aunque
al espectador actual les parezcan más suaves [1], acostumbrado más a la
violencia –incluso en escena– por las películas. Hay dos momentos claves o dos
razones que esgrime Antígona para justificar lo que hace. A la mitad de la
obra y en su enfrentamiento dialéctico con Creonte dice que “no nací para
compartir el odio, sino el amor”. Es una razón ética y lírica a la vez, pero
débil ante “la razón de Estado” de Creonte, que se ve obligado a cumplir la ley
que él mismo ha decretado con anterioridad mediante un edicto. Sin embargo, en
sus últimas palabras Antígona esgrime una razón a la misma altura que la
esgrimida por el “estratego”. Dice: “… los males que sufro no sean mayores que los
que me imponen contra toda justicia”. Esta es la clave, porque aquí entran en
conflicto para Sófocles ley y justicia, lo cual solo es posible si, desde el
lado de la Ética, la ley es injusta. Creonte justifica su acción casi de
continuo al final de la obra con palabras como “… mis decisiones no pueden
comprarse”, “no hay forma de luchar contra lo que es forzoso”. Y ya,
arrepentido, dice que “me temo que lo mejor no sea pasar toda la vida en la
observancia de las leyes instituidas”.” (Mora Plaza, 2020)
Bibliografía
Britannica.
(11 de febrero de 2015). Enciclopedia Británica. Obtenido
de T. Editors of Encyclopaedia: https://www.britannica.com/art/peripeteia
Britannica.
(12 de Octubre de 2018). Enciclopedia Británica. Obtenido
de Britannica: https://www.britannica.com/topic/Antigone-Greek-mythology
Britannica.
(14 de marzo de 2018). Enciclopedia Británica. Obtenido
de T. Editors of Encyclopedia: https://www.britannica.com/art/catastrophe
Mora Plaza,
A. (21 de Octubre de 2020). Ética y poder: la lección de Antígona. Obtenido
de nuevatribuna.es:
https://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/etica-poder-lecciondeantigona-economia-literatura-politica/20201021134157180396.html
RAE. (s.f.). Diccionariode
la lengua española. Obtenido de RAE: https://dle.rae.es/catarsis
Sófocles.
Traducción de Alemany Bolufer, J. (1921). Las siete
tragedias de Sófocles. Madrid: Biblioteca Clásica.
Taplin, O.
(17 de Diciembre de 2020). Enciclopedia Británica. Obtenido
de Britannica: Taplin, O. y Woodard,. Thomas M. (2020, 17 de diciembre).
Sófocles . Enciclopedia Británica .
https://www.britannica.com/biography/Sophocles
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