HELENA COMO REPRESENTACIÓN DE ESPOSA FIEL Y VIRTUOSA
Karla Daniela Agustín Nicanor.
Eurípides (485-406 a.C) nacido en Salamina y fallecido en Macedonia, fue el último de los tres grandes trágicos griegos de la Atenas clásica junto a Esquilo y Sófocles. Sin embargo, existe una gran diferencia que resaltar entre Eurípides y sus precedentes. Como se sabe, tanto de Esquilo como de Sófocles se conservan hasta los días presentes apenas unas cuantas tragedias, mientras que de Eurípides sobreviven dieciocho. Aunque varios críticos han considerado de menor valor y calidad las obras de Eurípides, el hecho de que se haya preservado una cantidad considerable puede explicarse debido al distinto enfoque y tratamiento que le dio a los personajes procedentes de la mitología griega, creó “personajes más humanos, al retratar las pasiones como el amor y los celos, dándole a estas emociones el poder de dirigir los actos de los hombres; de este modo el papel de los dioses se ve reducido” (Quintana, 2019: 129) Esta reducción de las deidades puede tener su origen en su actitud racionalizadora que le hacía cuestionarse acerca de las cuestiones religiosas inmersas en la tradición griega, situación que puede evidenciarse en su obra. De esta forma, “rechazó a los dioses de la teología homérica, a quienes con frecuencia describe como irracionales, petulantes y singularmente desinteresados en aplicar la justicia divina” (Taplin, 2020) Lo anterior explicaría su necesidad por construir personajes que se acercasen más a la naturaleza humana, alejándose de la perfección y cuyas acciones, en cierta medida, son las responsables de moldear su propio destino.
Ahora bien, en el presente trabajo me he planteado el objetivo de realizar un análisis de “Helena” de Eurípides, mencionando aspectos que considero importantes para la construcción de la historia, pues desde este momento cabe resaltar que Eurípides reviste de un sentido totalmente distinto a la bella Helena, retirándole de sus hombros el cargar con el peso de ser la causante de la guerra entre aqueos y troyanos. Sin embargo, será interesante observar cómo no todo es modificado en su totalidad, pues se mantienen algunos elementos del mito homérico que le permiten a Eurípides el desarrollo de la tragedia, logrando un final menos trágico que los planteados por Sófocles y Esquilo en sus obras.
Por otra parte, también me parece importante tratar de profundizar en las figuras de los personajes principales, identificando así el carácter más humano del que les dotó Eurípides.
La tragedia se representó en el 412 a.C, estructurándose por el prólogo, el párodo, un epipárodo, cuatro episodios, tres estásimos y el éxodo. El conjunto de personajes está constituido por Helena, Menelao, Teónoe, Teoclímeno, Teucro, el Coro, una anciana, un mensajero, el servidor de Teónoe, los Dioscuros y otro mensajero.
El argumento se mueve por la misma línea que las versiones del mito de Helena procedentes de Estesícoro y Heródoto. Si bien la Helena de Heródoto en un primer momento se dirige hacia Troya junto a Paris, después es efectuado un gran giro. Por causa de fuertes vientos, ambos llegan a Egipto, donde Proteo, rey de Egipto, es conocedor de los perjuicios causados por Paris a Menelao, al robarle bienes e incluso a su esposa, violando una norma de hospitalidad. Proteo considera esta norma como inviolable, por lo que, “deja ir a Paris y a sus hombres, pero retiene a Helena y los restantes bienes de Menelao hasta que pueda devolvérselos a su legítimo dueño, cuando éste acuda a Egipto” (Morenilla, 2012: 77)
Sin embargo, en la versión de Eurípides, Helena en ningún momento tiene contacto alguno con Paris, pues antes de que este pueda raptarla, es enviada por Hermes a Egipto para permanecer bajo la protección del rey Proteo. De esta forma, aquella Helena que cree poseer Paris, es meramente una imagen hecha de nube. Aún con esto, la guerra se desata, tras el fin de esta, Menelao experimenta dicha creyendo que la verdadera Helena ha sido rescatada y escondida en una gruta para su protección. Pero todo se complica cuando vientos impetuosos lo hacen llegar a Egipto, específicamente a las puertas del palacio del ahora difunto Proteo. Es aquí cuando se entera de la terrible verdad que le hace caer en cuenta de que permaneció diez años en Troya, peleando únicamente por una imagen y no por la Helena de carne y hueso. Apenas recuperándose de la sorpresa que le causa la noticia, se entera también de que Teoclímeno, hijo de Proteo, pretende tomar a Helena como esposa, ambos deseosos por evitar esto y contando con la ayuda de Teónoe, hermana de Teoclímeno, elaboran un plan para escapar juntos.
Ahora bien, es muy interesante la construcción de la nueva Helena que ofrece Eurípides, puesto que de alguna forma intenta lavar los pecados que se le habían atribuido desde la época de Homero. Eurípides se plantea dar a conocer una nueva imagen de ella, en la que la hermosa reina de Esparta no es más que una víctima condenada a sufrir desgracias causadas por los conflictos entre los dioses. Es así que no representa una trasgresión a los valores femeninos tradicionales de la Grecia Antigua, pues aquí no es aquella que sucumbió ante el placer fugándose con Paris, abandonando todas sus responsabilidades, su patria y a su esposo, no es la causante de la guerra, su nombre lo es.
La nueva Helena representa a la esposa fiel, casta, que continúa respetando aquel compromiso adquirido al convertirse en esposa de Menelao, y que por ello, incluso pasados diecisiete años, se mantiene ansiosa esperando el regreso de su esposo. Es una mujer con mayor madurez, pero sigue siendo la más bella de las mortales, y Eurípides insiste en resaltar en varias ocasiones la aversión que causa en Helena el hecho de poseer una extraordinaria belleza, al pronunciar “¡ojalá esta belleza pudiera borrarse como se borra una pintura, y los rasgos de mi cara se volvieran horrendos en vez de hermosos!” (Eurípides, 1979: 27), ella misma está condenando aquella condición suya por ser el origen de todos sus males, y lo hace acertadamente, puesto que esto la convirtió en objeto de deseo de Paris, y en esta tragedia ocurrirá lo mismo con Teoclímeno.
Aún con lo anterior, no debe pensarse que Eurípides dio un enfoque totalmente distinto a la historia de Helena, ya que si bien ella no es realmente el elemento que desata la guerra, sí lo es aquella imagen de nube que la representa. El enfrentamiento entre aqueos y troyanos continúa siendo un suceso del que Zeus no puede prescindir, puesto que su intención es la de “aliviar a la madre tierra de una gran multitud de hombres” (Eurípides, 1979: 20). De esta forma, Eurípides recupera elementos que forman parte de los mitos griegos clásicos y les da un tratamiento distinto, como se ha mencionado anteriormente.
También cabe resaltar otro elemento muy característico del estilo de Eurípides, que consiste en dotar esta tragedia de un sentido, que podría considerarse hasta cómico, pues si se piensa bien, a excepción de las miles de muertes de inocentes que se produjeron durante la contienda, en lo posterior, la obra no tiene mucho de trágico. Uno de los primeros momentos que pueden producir incluso cierta gracia en el público es cuando Menelao se encuentra con Helena, estupefacto por el gran parecido que tiene con su bella esposa, algo en él le hace creer que es imposible que existan dos seres iguales, pero también piensa que aquella mujer que se encuentra justo frente a él, no puede ser Helena de Esparta, ya que ella se encuentra escondida al interior de una gruta. Así, poco a poco se desarrolla un diálogo entre ambos, produciéndose al final la esperada y ansiada anagnórisis.
En cuanto a la necesidad de Eurípides de construir personajes de condición muy humana, podemos detenernos en la figura de Teoclímeno, quien dominado por el deseo y vencido por los magníficos encantos de Helena, comienza una incesante e intensa búsqueda por poseerla, aun cuando esto signifique hacer caso omiso a los deseos de los dioses, pues cabe hacer mención de que el hecho de que Hermes eligiese a Proteo no es gratuito, sino que lo hace por considerarlo el más virtuoso de los hombres, lo que aseguraba que Helena estaría segura hasta que Menelao se reuniese con ella. Por lo anterior, Teoclímeno estaría desobedeciendo no únicamente los deseos de los dioses, sino también los del difunto Proteo.
Sin embargo, Eurípides se sirve de la situación anterior para volver a hacer énfasis en el carácter de esposa fiel y virtuosa que es Helena, puesto que, tras la muerte de Proteo, al saberse desprotegida y acechada cual presa por Teoclímeno, corre a refugiarse junto al sepulcro de Proteo. Todo lo hace con el único fin de conservar su lecho intacto para Menelao, y cuando ambos se encuentran, ella no duda en hacerle saber que le ha sido fiel, diciendo “esta tumba me ha protegido como el templo de un dios” (Eurípides, 1979: 46) Es así que resulta indudable la imagen de Helena a la que quiere hacer referencia el trágico griego, en donde ella “se presenta cumpliendo el rol social que la sociedad griega atribuía a las mujeres y muestra una gran preocupación, constante a lo largo de toda la obra, por dejar claro que ella ha respetado su matrimonio con Menelao” (Redondo, 2010: 294)
Después vuelve a presentarse otra situación dotada de comicidad, que ocurre cuando Helena, haciendo uso de su inteligencia superior, se convierte en la autora del plan que le permitirá tanto a ella como a Menelao huir de Egipto, y no es nadie más que el propio Teoclímeno quien les proveerá de todos los medios para llevar a cabo su cometido. Pero antes de eso, Teónoe resulta ser una pieza clave, así como también un personaje digno de destacarse. En ella se ve reflejado un sentido de racionalidad al no olvidar el único motivo por el que Helena es huésped en el palacio, y está dispuesta a ayudarla, incluso si eso pudiese poner en riesgo su vida, por un lado, para respetar los deseos de su padre y de los dioses, por otro, porque la apoya de mujer a mujer, en un sentido fraterno.
Por otro lado, resulta un tanto irónico que justamente el plan de huida de Helena y Menelao, al que anteriormente describí como cómico, estuvo a punto de ser el detonante de desatar la verdadera tragedia. Teoclimeno está furioso e incluso considera matar a Teónoe, pero es el coro de los Dioscuros, quienes “actuando en su condición de deus machina lo convencen de abandonar sus planes de persecución de los espartanos y le demuestran que no puede matar a su propia hermana, porque ella actuó como el padre de ambos les había enseñado” (Quintana, 2019: 128) Esta es la forma peculiar de Eurípides de evitar más derramamiento de sangre.
Se puede concluir que la Helena de Eurípides plantea dos aspectos muy importantes. Uno de ellos es la ruptura de los esquemas trágicos manejados por Esquilo y Sófocles en sus obras, el primero no expresaba piedad por aquellos que trasgredían los preceptos de las deidades, el segundo, exageraba con la perfección que atribuía a sus personajes. Eurípides construye personajes más humanos, y tiende a evitar la verdadera tragedia.
Por otra parte, la reconstrucción de la imagen de Helena, pudo haber tenido su origen en pretender ser algún tipo de lección para las mujeres griegas de la época, para evitar que actuarán en contra de lo que dictaban los valores tradicionales.
Referencias
Eurípides. (1979). Tragedias III. España: Editorial Gredos.
Morenilla Talens, C. (2012). La Helena que nunca fue a Troya: de Estesícoro a Riaza. Fortunatae: Revista canaria de Filología, Cultura y Humanidades Clásicas, 23, pp. 75-96. Recuperado el 02 de marzo de 2021, de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4282851
Quintana Tejera, L. (2019). Culpa y castigo: Tragedia clásica europea. México: Trajín.
Redondo Moyano, E. (2010). Helena de Eurípides y los roles de género. Le Rane: Collana di Studi e Testi. Studi. Recuperado el 02 de marzo de 2021, de https://addi.ehu.es/handle/10810/11540
Taplin. O. (29 de marzo 2020). Eurípides. Enciclopedia Británica. [En línea]. Recuperado el 02 de marzo de 2021, de https://www.britannica.com/biography/Euripides
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