Análisis en tres puntos
Monólogo del atalaya, el saludo de las brujas y la escena de la cárcel
Elda Jocelyn Velázquez Román
Dr. Luis María Quintana Tejera
22 de mayo del 2021
UA: Tragedia
Nota introductoria
Este único parcial consiste en un análisis profundo de tres temas, todos ellos específicos, dentro de obras que difieren entre sí tanto por sus autores y épocas como por sus contenidos; hablo de Agamenón, Macbeth y Fausto, escritas por Esquilo, William Shakespeare y Johann Wolfgang von Goethe, respectivamente. El propósito de este trabajo es deshilar detalladamente tres momentos catárticos que comparten, sino el tema, la relevancia y significación en cada una de las tragedias. Para ello, cada uno de los puntos a tratar contará con una introducción, desglose de subtemas, comentarios y conclusión propias, además de bibliografía particular y un apartado de conclusiones generales al final del documento.
Monólogo del atalaya en la obra Agamenón
Para este primer punto de partida utilizaré la versión versada y acotada del monólogo que encontramos dentro del libro digital Agamenón de Esquilo, versión rítmica y reconstrucción explicada para un detenimiento más certero y que permita un sentido completo de los extractos textuales. El monólogo cuenta con cinco estrofas de verso libre, y enuncia el discurso de un vigía contratado por Clitemnestra para aguardar pacientemente por la llegada de Agamenón. Desde el primer día hasta este monólogo ha pasado ya bastante tiempo, y justamente con el transcurrir de los días es con lo que iniciará la primera estrofa. Veamos lo que dice:
El atalaya.— (No apartando su mirada del Aracnaio)
1¡Númenes, libertadme de este peso!
2Ya desde un año sobre el techo Atrida
4Vi las fiestas nocturnas de los astros,
5que traen al mortal, verano, invierno,
6luceros del aurora y del ocaso,
7dinastas refulgentes de los cielos.
8Vigío aún tras la señal del fuego,
9llamarada, que anuncie desde Troya
10la gloria de su estrago. Así lo manda
11de varonil mujer el alma ansiosa.
Primero comentemos su contexto: La didascalia es breve, no obstante, muy valiosa. La parte inicial del discurso va a transcurrir mientras está observando fijamente al cielo, acto totalmente justificado por dos razones: 1) se encuentra en una azotea, por lo que su único panorama es el ancho mar de estrellas, y 2) el gran comienzo es una plegaria divina. Siempre se ha relacionado al cielo como el lugar de residencia de los dioses, por lo que para hablarles sólo basta levantar la mirada.
Desde el comienzo sabemos que salir de esa situación es aquello que desea con brutal vehemencia, en el verso 1 su petición a los númenes es liberarse del gran peso que le representa continuar ahí, en el sentido que lo veamos, mantenerse en una posición vigilante durante un año entero es una tortura, una responsabilidad enorme obligada, trabajo desgastante. En el verso 2 y 3 podemos avalarlo, porque al contar su situación nos enteramos de que no ha dormido ni una sola noche de todas en las que ha estado ahí, trescientos sesenta y cinco días sin dormir, ¡qué locura! Para el atalaya esa situación no es humana, y aunque se compare con un perro, creo que ni siquiera un animal podría vivir en circunstancias tan deplorables, porque no dormir no significa únicamente perder su oportunidad de descanso, significa también una exigencia en exceso para realizar su tarea sin falla alguna, no perder de vista los movimientos, las direcciones o cualquier evento relevante.
Desde el verso 4 hasta el 7, el atalaya hace un recuento de lo observado durante su larga estancia en la azotea Atrida. De otra forma hasta parecería un poema en el que se alaba al cielo; “fiestas nocturnas de los astros” nos lleva a crear imágenes de alegría, quizá una lluvia de estrellas o su mero regocijo, luceros que le otorgan al hombre la continuidad natural con las estaciones del año. Quiero detenerme aquí para analizar, si el vigía cree que ese festín astral permite al mortal continuar su vida de manera placentera, ¿por qué él se encuentra en total agonía si ha estado tanto tiempo observando más que nadie estos eventos? La respuesta es hasta previsible: el atalaya ha dejado de considerarse hombre entre hombres. La tarea le ha desarraigado sus raíces humanas y lo ha reducido al mínimo significado para sí mismo. Un trato de esta clase no te hace pensar menos, ¿por qué te obligarían a renunciar a la poca calidad de vida que tenías sino es porque no eres como ellos? Con esto afirmo que no sólo este personaje se ha desvalorizado individualmente, es una acción provocada por la misma Clitemnestra, ya hablaremos de ella más adelante.
En los últimos cuatro versos conocemos el propósito de su estancia al decirnos que resulta necesario mantenerse siempre en persecución de una posible llamarada, pero no cualquiera, aquella que le han encomendado tan puntualmente: la que anuncia la destrucción de Troya, y por lo tanto, el regreso de Agamenón. Dice echando mano de un oxímoron: “Así lo manda de varonil mujer el alma ansiosa”, refiriéndose a la reina. Es curioso cómo la describe; para empezar, sabe que es una orden irrevocable, y para terminar, que esta mujer está enteramente desesperada por la llegada de su esposo, a tal grado de calificar de ansiosa su propia alma. El hecho de que la califique como varonil no es gratuito, con esta adjetivación está dejando claro que los roles de género de su época se están transgrediendo en el momento en el que es la reina quien ordena, y que ordene tal barbaridad, duplica el ataque del estereotipo femenino.
Teniendo ya bastante claro este acometido, podemos avanzar a la segunda estrofa, donde encontraremos una profunda lamentación. La estrofa dicta:
12¡Noctívago, rociado lecho el mío,
13ya no más por los sueños visitado!
14En vez del sueño está a mi lado el miedo,
15miedo de que el sopor cierre mis párpados.
16Cuando cantar, canturrear pretendo
17para hallar un antídoto al cansancio,
18de este palacio el mal lloro y lamento,
19como antaño en virtud no gobernado.
20¿¡Qué no aparece el fin de mi tormento,
21el buen anuncio del nocturno faro!?
Inicia con un enunciado para sí mismo, a este punto ha abandonado la plegaria y hace en su lugar una introspección y confesión de sus sentimientos tanto tiempos sufridos. Se autodenomina “Noctívago”, noctámbulo, persona que deambula durante la noche según el diccionario virtual de la Real Academia Española. De él lo único que queda es la identidad de un ser que acciona de noche, no hay más, y da pauta a anécdotas dolosas: ha cambiado el placer onírico por el miedo constante de quedarse dormido, no le es posible distraerse del martirio, por más que lo intente, lo tiene claro porque si lo intenta su única posible salida es el llanto. Culmina con una pregunta exaltada, ¿de verdad no van a destruir Troya? ¿no hay esperanza alguna de ver en algún momento la ansiosa llamarada? Porque si es así, esto significa morir vigilando, agonizando en su aparente desgracia eterna. No hay antídoto otro para la situación que no sea la señal de fuego, hubo para su desesperación motivos plausibles.
Y tal como lo dice la próxima didascalia, “de pronto”: peripecia. Incluso para el lector esto significa una vuelta a la vida:
(De pronto se dibujan sobre el horizonte obscuro las llamaradas, pregoneras de la caída de Troya. El Atalaya queda perplejo un instante, luego con regocijo exclama en anacrusis)
22 - ¡Oh, oh!
El atalaya estaba en un punto crítico, había extraviado la motivación y la posibilidad de salir entre el llanto. Es por eso por lo que cuando ve, sin premeditación, el horizonte iluminado, precisamente cuando se lamentaba con tanto frenesí, hay un momento donde se pasma, un instante en el que procesa que todo ha terminado: su plegaria ha funcionado, el esfuerzo ha valido la pena por el simple hecho de haber culminado. Este instante temporal da cuenta de su anterior perdición, tan genuina que hasta parece sueño ver luz. Luz en sentido literal y metafórico, pues como menciona el Doctor Luis Quintana en Culpa y castigo: “Literariamente sobresale la oposición: su espíritu, apagado y melancólico, revive ahora, renace.”1
Tiene lugar aquí una simbología innegable, la luz que produce el fuego repercute al mismo tiempo en su obscuridad interior, disuelve su sufrimiento y lo convierte en gozo momentáneamente. Este cambio es tan importante porque enmarca una nueva perspectiva del atalaya, que veremos impregnada en la tercera estrofa:
23¡Salud, oh faro que en la noche alumbras
24como un Sol! Muchas fiestas, coros, danzas
25surjan en Argos, pues la gloria es mucha.
26De Agamenón avisaré a la esposa.
27Que deje el lecho, y todos en las casas
28con clamor, con fervor esas antorchas
29saluden sin tardar. ¡De Ilion las torres cayeron!
30Estas llamas lo pregonan.
(Con creciente júbilo y jactancia).
La visualización de la esperanza propia merece digna celebración, hay gloria en el aire, aunque esto represente tragedia externa. En tal caso, al tomarse unos segundos para canalizar lo acontecido pasa a un listado de acciones en consecuencia: avisará a la que le hizo atravesar tanta penuria que su esposo vuelve, y le dará varios consejos de reacción, especialmente el de detener su vida un momento, de la misma forma que lo hizo él durante un año entero, para hacer los preparativos correspondientes y deberse a Agamenón (al menos en apariencia). En la cuarta estrofa continúa haciendo homenaje a su felicidad, otorgándole el poder de cambiar su vida a la suerte. Sinceramente hubiera esperado que aludiera a los númenes con agradecimiento, pero es comprensible, había orado miles de veces antes, esta finalización parece acción azarosa. Omito los primeros tres versos de la cuarta estrofa para enfocarnos en los versos 31 y 32:
31¡La mano amada de mi Rey que llega
32pueda, ojalá, tocar con esta mano!
(De súbito, con tristeza, bajando de tono).
Es necesario mencionar que había sido contratado como precedente indirecto de un asesinato, y a causa de ello, atribuye ciertas características masculinas a Clitemnestra. Para él como para muchos, en ella no hay piedad, sólo venganza, orden, planificación macabra. Es seguro que se encuentra enteramente feliz por abandonar la terrible azotea Atrida, empero, siente compasión por Agamenón, una profunda compasión por su rey, a quien tanto tiempo ha servido y al que sin querer le causará la muerte. Tocarle la mano, y calificarla como amada, es un pleno acto de bondad. Su servicio, entrega y admiración hacia Agamenón nunca se pone en duda, el atalaya está obligado a ver morir a su guía, y antes de que eso pase, anhela un reencuentro que le signifique el perdón. Podemos observarlo detalladamente en la estrofa final:
33Lo demás callaré.
34Mi lengua oprime,
35más que un pesado buey, secreto impío.
36Tuviesen voz, hablaran estos muros.
37Digo al que sabe, al que no sabe olvido.
(Desaparece el Atalaya. Las señales de fuego
se han apagado en lontananza).
El vigía nos deja saber a través del recurso metafórico el destino de tan despreciable tarea: morirá en la profundidad de los secretos. Ha hecho un pacto con su reina desde el comienzo, mismo al que le dedicaremos un momento exclusivo.
Los versos 34 y 35 mencionan la metáfora de un pesado buey sobre la lengua del vigía que le imposibilita la revelación de lo que sabe, y es necesario aclararlo por todo el significado histórico que tiene una simple comparación. Se dice que “los griegos preurbanos utilizaban el buey como cantidad mayor y los carneros como calderilla”2 hablando acerca de un antecedente de la moneda, de hecho, esta tradición se conoce a través de la literatura homérica (la cual le sirvió de inspiración a Esquilo) donde valuaba las armas u objetos de valor en cantidades de bueyes, tal como lo mencionan en el mismo artículo de la cita anterior, una situación muy concreta puede ser cuando “Homero dice que la armadura de Diomedes tuvo un coste de nueve bueyes, en tanto que la de Glauco costó cien.” Posteriormente, y gracias a esta concepción de valor que tenían hacia estos animales, la moneda griega de esos tiempos es reconocida por tener un grabado de un buey. Entonces, si el buey tenía un valor económico alto dentro de su cultura, ¿qué significa que un buey precisamente sea el impedimento para hablar? A partir de una respuesta lógica y hasta directa es posible decir que la reina Clitemnestra había remunerado al atalaya al asignarle el trabajo de vigilante, empero, no era un pago que podamos considerar justo, sino que significaba la compra de su absoluto silencio, y por lo tanto, no es un pago por desvelos, sino uno por la pérdida de facultades.
Es cierto que Clitemnestra habla acerca de su poder sobre un vigilante posteriormente, sin embargo, lo hace dado que sirve como argumento de validación en su posición y no afecta al anónimo vigía. Hablar le significa la muerte, pareciera que existe un intercambio de vidas por debajo de la mesa: la vida del rey Agamenón por la mía.
Con el verso 36 el atalaya nos deja ver cierta insinuación sobre su total conocimiento del hecho próximo, pues de sobra es sabido que, al enunciar este conocido refrán, se alude a un conjunto de informaciones ocultas en cierto lugar que el hombre no revela por conveniencia, donde el único modo de revelarse sería el caso en que los inmuebles tuvieran la capacidad del habla. Sólo puede haber un único destinatario u oyente: quien conozca las implicaciones de su llegada, en consecuencia, la multitud se condena a continuar con base de hipótesis.
Así la última acotación se vuelve histórica y simbólica al mismo tiempo: se retira el atalaya y se apagan las llamas, llegó el día en el que por fin puede saborear el descanso, la paz, su hogar, se ha terminado el lamento bajo las estrellas, comienza el proceso de recuperar su propia humanización.
Para finalizar, puntualicemos algunos ejes rectores del monólogo:
Estructura semántica del monólogo: Tal como hemos logrado identificar, el fuego cumple un papel sumamente importante en la estructura del monólogo, dado que implica el umbral de una nueva vida (aceptémoslo, después de esta experiencia resulta imposible imaginar un retorno cotidiano a las actividades), por lo que decimos entonces que existe una división dual en el antes y después de la llamarada, el cual condiciona las emociones, acciones y perspectivas vitales del vigía.
Rol social y laboral del personaje: Al vanagloriar el regreso a una vida anterior con nuevas formas de observar su parcela de la realidad, no decimos que su situación sea privilegiada; continúa siendo un trabajador, parte del pueblo y por tanto, de la clase baja, gobernada, obediente y sumisa. Él y sus semejantes no tienen elección al momento de subsistir puesto que su modo de vida es el trabajo arduo. Lo que celebramos, tanto el personaje como los lectores, es haber recuperado el sentido de la existencia sin prejuiciar su contexto.
La fe antes y después del gran acontecimiento: Esta cuestión especialmente representa un punto de indeterminación (como lo llamaría Ingarden) que se presta más que otro para una variación en las interpretaciones. Bien podríamos decir, guiándonos por la diferencia entre el verso 1 (“¡Númenes, libertadme de este peso!“) y el verso 30 (“Tres veces seis señálanme los dados”), que existe un cambio dentro de su fe como individuo sufriente, sin embargo, podemos aludir también al éxtasis momentáneo para justificar un “olvido” divino. De cualquier manera, dentro de este trabajo nos inclinaremos hacia una pérdida de esperanza por el atalaya a causa de un transcurrir sin respuesta.
Concluyamos de esta primera parte que, el monólogo del atalaya en la obra Agamenón juega un papel tanto estelar como introductorio (al constituir el prólogo de la obra) en la tragedia, y que sirve para voltear la mirada por un momento al no-héroe de la cultura griega, reflexionando las repercusiones externas de las acciones heroicas que tanto se han popularizado en la historia de la humanidad. La fe, la catástrofe o la salvación no eran exclusivos de la clase dominante y este análisis tuvo la pretensión de demostrarlo.
Bibliografía
¿Cuál es el origen del dinero? | Arte Cultural. (2019, agosto 8). https://artecultural.info/arte-cultural/cual-es-el-origen-del-dinero/
Longhi, Leopoldo. (s/f). Prólogo (Monólogo del Atalaya). En Agamenón de Esquilo, versión rítmica y reconstrucción explicada (2; p. 132). Recuperado el 17 de mayo de 2021, de http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/14779/Documento_completo.%20Publicaci%C3%B3n%20de%20la%20FaHCE%20Tomo%20XXIV%201934-5.pdf-PDFA.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Quintana, Luis. (2019). Análisis del prólogo. Monólogo del atalaya. En Culpa y castigo. Tragedia clásica europea (54; Primera edición, p. 282). Trajín.
Saludo de las brujas en sus tres momentos
Para esta sección, dentro del campo de citas de la obra, utilizaré la tragedia impresa de Macbeth de la editorial Ediciones Leyenda, la cual nos ayudará a tener un panorama más amplio y una explicación con mayor detalle. Este segundo análisis está enfocado al significado de los tres momentos en el saludo de las brujas “Macbeth”, como suelen nombrarlas en la crítica literaria, y a las reacciones distintas de los protagonistas Macbeth y Banquo ante dicho saludo. Cabe aclarar que existe un saludo para cada personaje, ambos divididos en las tres instancias que nos proponemos explicar. Estos saludos remiten a circunstancias que se desarrollarán posteriormente dentro de la obra en el contexto tanto individual como compartido de los protagonistas, por lo que podemos decir desde un primer momento que nos enfrentamos a dos saludos de naturaleza profética.
Antes de llegar al lugar de los hechos, debemos tener en cuenta los antecedentes de la obra. Este momento reside específicamente en la tercera escena del primer acto, por lo que se entiende que han pasado dos escenas desde el inicio, las cuales aportan mucha información acerca del perfil de las brujas y del cumplimiento de una primera profecía. Dentro de la corta escena I se plantea una planificación del encuentro con Macbeth por parte de estas tres mujeres, acordando el yermo como punto de contacto. Gracias a esto somos conscientes desde el comienzo de la suma capacidad proléptica con la que cuentan y el papel de mensajeras del destino que juegan en la obra.
La escena II es sólo un poco más extensa que la primera, y nos ubica en una serie de avisos y actualizaciones sobre el desarrollo del combate hechos por diversas personas, como el escudero, el sargento o Ross, hacia el rey Duncan, donde nos enteramos de la muerte y castigo de dos personajes secundarios.
Ahora bien, el momento en el que se suscitan los diálogos más importantes de este trabajo es posterior a la victoria de Macbeth y Banquo en el combate contra los noruegos (del cual hablaban la escena anterior). Mientras cabalgan por el camino con la intención de volver a Escocia, regocijándose entre sus importantes logros, dan cuenta de la presencia de seres femeninos que no les parece sean humanos por su aspecto tan tétrico y esquelético. Esto les causa gran intriga, por lo que al ver bloqueado el paso, la primera reacción de Macbeth es decirles: “Si tenéis lengua, decidnos quiénes sois”3. Para su mayor sorpresa, la respuesta que recibe no es en lo absoluto esperada, pues estas brujas contestan cada una con un título de la nobleza para Macbeth que genera una gran incógnita. El saludo dicta:
Bruja 1a.- ¡Salud, Macbeth, señor de Glamis!
Bruja 2a.- ¡Salud, Macbeth, señor de Cáudor!
Bruja 3a.- ¡Salud, Macbeth, tú serás rey! (p. 13)
Significación por momentos
“Señor de Glamis”: Coincidiendo con la línea de estudio del Dr. Quintana, este primer saludo no forma parte de la profecía. El título de señor de Glamis representa, en la temporalidad del sujeto, su presente conocido. Esta posición la ha conseguido por una herencia justa a consecuencia del fallecimiento de Sinel4, su padre, (forma en la que se consiguen los títulos de la época), y le ha valido una vida cómoda, posesión de tierras y reconocimiento destacado por parte del rey Duncan. Este título es el único que Macbeth obtiene por derecho, con aires de justicia, dignidad y merecimiento. Desde que ha sido proclamado señor de Glamis hasta este punto, el protagonista se caracteriza por su valía, esfuerzo y fuerza.
“Señor de Cáudor”: Con este nombramiento comienza la confusión por parte de Macbeth, pues hace apenas poco tiempo le era de su conocimiento la estabilidad vital del señor de Cáudor en turno. En la escena II, tal como lo mencioné con anterioridad, existieron diversas historias contadas al rey para actualizar el estado del combate. Una de ellas fue precisamente la traición al estado de dos individuos, Macdonnell y el señor de Cáudor. Especialmente el segundo había ayudado al Rey de Noruega a renovar la lucha que los soldados escoceses estaban a punto de ganar, no obstante, Macbeth, llamado “esposo de Belona5”haciendo referencia a una unión marital con la diosa de la guerra por los aspectos bélicos y valerosos en los que coinciden, (habría que cuestionar en otro momento si no hace referencia a las cualidades de Lady Macbeth), supo revocarles las ventajas y la victoria con la resistencia y lucha propias del personaje. Así, al saber esto el rey, inmediatamente dio la orden de ponerle precio a la cabeza del traidor, otorgarle el título de señor de Cáudor al protagonista y mandó a Ross a comunicárselo. Por su parte, Macbeth se encontraba en el camino con el propósito de volver cuando fue interceptado por las brujas. En tanto, ser señor de Cáudor le significaba tanto un futuro inmediato como un presente desconocido. Que no tuviera noción de ello no iba de la mano con la espera de la asignación del título. Por eso pareciera cuestión mágica e instantánea que pocos minutos más tarde llegara Ross con la noticia y se cumpliera así la primera profecía dictada en el segundo saludo.
“Tú serás rey”: Aquí se presenta la primera profecía explícita y formal que arremete a un futuro próximo por conocer. El tercer saludo es quien tiene mayor impacto histórico en la trama porque inicia en el personaje un proceso de revelación y ambición sobre las formas posibles para llegar a ser rey de Escocia, de hecho, las decisiones equivocadas y en serie que toma el protagonista son las que marcan poco a poco la continuidad de los hechos. Sean estas influenciadas o no, finalmente lo llevan a una decadencia inevitable. El ahora señor de Cáudor pone en duda la veracidad del tercer nombramiento poniéndolo en comparación con el segundo. Hace la relación lógica interna de espacio-tiempo como un aquí-ahora dada la rapidez con la que él percibió el título de señor de Cáudor.
A pesar de las dudas que enmarcan la actitud de Macbeth, la profecía es cumplida al pie de la letra a mitad de la tragedia, pero no es tan fácil ni rápido como lo hubiese esperado. En realidad, para el personaje, tiene que morir tan pronto como sea posible el rey Duncan y posteriormente su hijo Malcolm para poder disfrutar cómodamente del máximo título; de la forma tradicional el puesto lo ocuparía Malcolm irremediablemente.
Así, durante un largo periodo y bajo otras profecías posteriores, Macbeth se convierte en rey, uno temeroso y siempre alerta que provoca su propia muerte.
Por otro lado, al escuchar este peculiar saludo de las “oscuras mensajeras”7, surge en Banquo el deseo de conocer lo que le depara el destino, por lo que les pide: “Decidme algo a mí, si es que sabéis qué granos han de germinar o morir en la serie de los tiempos. No temo de vosotras ni odio ni favor”8. Las brujas le cumplen el anhelo con otras tres líneas que no son precisamente iguales o siquiera similares a lo que habían destinado a Macbeth, pues hablan en su lugar un con9 grupo de acertijos que confunden en su totalidad a Banquo. Su saludo dice:
Brujas.- ¡Salud!
Bruja 1a.- Serás más grande que Macbeth y menos.
Bruja 2a.- Más feliz y menos feliz.
Bruja 3a.- No rey, pero padre de reyes. (p. 14)
Significación por momentos
“Más grande que Macbeth y menos”: Existe aquí una división de grandezas humanas: las materiales y las espirituales. Con este primer acertijo se hace alusión a la pequeñez humana por la que atravesará Macbeth al final de los días, mientras que Banquo morirá prematuramente. Una de las tantas formas en las que este personaje podría ser más grande es con el poder que tendrá su espíritu sobre la calma del otro, pues después de muerto, son sus tan reconocidas apariciones fantasmales las que representarán una total tortura a Macbeth. La forma en la que será menos grande es por su muerte misma. La gloria material, heroica y noble no pasará por sus manos.
Dentro de este punto es importante incluir que la intención de Shakespeare siempre fue darle un perfil de serenidad a Banquo10, pues formaba parte del linaje del monarca de su época, Jacobo I. Así que no existe una desconsideración ni sublevación plena: tanto triunfó en algunos aspectos como fracasó en otros.
“Más feliz y menos feliz”: Para Macbeth el mero hecho de llegar a ser rey lo condenaba a una vida llena de infelicidad y miseria interna por haber alcanzado ese puesto bajo normas oscuras. Por un lado encontramos en el cargo de rey a la máxima aspiración política de estos personajes, pero por otro, somos testigos de la inseguridad, incomodidad y pérdida de su alma que surgen como consecuencias de la asignación. Esto no pasa en el caso de Banquo, pues las brujas le tenían reservados planes distintos que le traerían, aunque una ausencia eterna en el mundo, cierta felicidad. Al prometerle mayor felicidad que Macbeth le aseguran explícitamente exentarlo de todo sufrimiento espiritual; sólo que a cambio de esta tranquilidad, tendrá que experimentar por un momento el dolor de la muerte y la desesperación por desconocer el destino de su propio hijo.
“No rey, pero padre de reyes”: El hecho de que Banquo no llegue a ser rey lo exime de un conflicto inicial con Macbeth. Desde la posición desquiciada en que éste se encontraba por obtener el poder, no le habría importado matar ahí mismo a su compañero de batallas. Pasa el tiempo y esta idea lo hace añicos por pensar que su corona es “estéril” al no poder heredarla a su descendencia debido a esta profecía hacia Banquo. De esto dice Macbeth: “Banquo es mi amenaza perpetua: su altiva condición me infunde miedo, junta a su valor el ingenio y la prudencia. Me reconozco como inferior a él como Marco Antonio a César. (…) Por servirla asesiné al Rey Duncan, y llené de hiel el cáliz de mi vida; y vendí al diablo el tesoro de mi alma. ¡Todo para hacer reyes a los hijos de Banquo!”11. Este conflicto eterno lo lleva a idear el asesinato a saldo de Banquo y su hijo Fleancio contratando a tres sicarios. Empero, como profecía es profecía, Fleancio logra huir de la escena del crimen y siempre está la posibilidad de truncarle el trono. Vemos durante la obra, que aunque no sea específicamente Fleancio quien le arranque la vida a Macbeth, durante la consulta desesperada a la caldera de las brujas, Macbeth tiene una visión: todos los monarcas que vengan en un futuro serán descendencia de Banquo, cumpliéndose así la tercera afirmación.
Reacciones de Macbeth y Banquo
Macbeth. En resumen, la respuesta de la primera bruja es la única que no le parece conflictiva por ser el recibimiento al que estaba acostumbrado. El protagonista tiene todas las cualidades de ser un héroe diegético en potencia, pero algo ocurre desde que percibe el segundo título: Con el cumplimiento tan acelerado de la primera profecía, Macbeth resuelve en su interior un cambio de valores mientras navega en un abismo de confusiones. Estamos frente al inicio de una actitud que develará trágicos eventos; inicia a maquinar sobre la probabilidad de que se cumpla la segunda profecía tanto y tan rápido como la primera. Final y caóticamente, con la última profecía Macbeth pierde el juicio por completo. En su primera impresión abunda el escepticismo, buscando respuestas veraces y comprobables, comienza el engaño o el juego de máscaras sociales. Macbeth, en su deseo de reflexionar el acontecimiento a solas, esconde un plan criminal.
Banquo. Tal como era la intención del autor en este cambio de características del personaje, Banquo parece recibir las noticias de manera mucho más pacífica y resignada que Macbeth. Resulta cómico que su primer pensamiento acerca de la revelación sea la posibilidad de haber ingerido “alguna yerba de las que trastornan el juicio”12. Esto ocurre, podemos argumentar, por haber recibido la noticia desde el campo de la inocencia o ingenuidad, mientras que Macbeth lo hace desde la avaricia. Para Banquo, que ocurra (o no) lo que las brujas han “prometido”, es tarea del destino. Posteriormente, al transcurrir las escenas, vemos un sujeto que esconde (pero no niega) su molestia con el cumplimiento de las profecías de Macbeth y el estado de espera de las suyas.
Gracias a las distinciones entre las características de los dos personajes, la simbología que incluyen las acciones o enunciados de las brujas, y sobre todo, a la comprensión de las relaciones semánticas de la obra, podemos inferir sobre las capacidades y roles de cada uno de ellos, los propósitos, las consecuencias de las decisiones y la importancia de las profecías en la obra. Esta primera parte de Macbeth va a ser fundamental para el desarrollo de la trama, pues sin la aparición de los tres seres femeninos o las reacciones de Macbeth y Banquo, la historia hubiese tomado un rumbo más tradicional.
Bibliografía
Mabillard, Amanda. Macbeth Glossary. Shakespeare Online. 20 Agosto del 2000. (20 de mayo del 2021) Accedido en: http://www.shakespeare-online.com/plays/macbeth/macbethglossary/macbeth1_1/macbethglos_sinel.html
Quintana, Luis. (2019). El saludo de las brujas; Macbeth y Banquo: reacciones. En Culpa y castigo. Tragedia clásica europea (173; Primera edición, p. 282). Trajín.
Shakespeare, William. (2015). Macbeth, Tragedia de William Shakespeare. Ediciones Leyenda, S. A.
Méndez, J. (2020, abril 21). BELONA [Blog]. ROMA INFINITA. https://romainfinita.com/belona/
3.Escena de la cárcel: significación entre Fausto y Margarita
Estamos frente al tercer punto: la última escena del primer Fausto, escrito por Johann Wolfgang von Goethe. Dentro de este espacio focalizaremos dos temas cruciales: la búsqueda del perdón de Fausto, protagonista de la obra y el enfrentamiento de Margarita ante su momento final. Para ello, utilizaré la versión digital del comentario “Un calabozo” publicada en el blog La Tragedia: perspectivas y análisis y la versión completa de la obra en el caso de citas textuales requeridas para contextualizar. Aclarado esto, iniciemos con la situación tan especial en la que se encuentran los personajes.
Fausto tras su perdón
¿Qué nos ha dejado saber Fausto durante el desarrollo de la historia acerca de él? Este personaje es un viejo docto que cuenta con cuatro especializaciones (“filosofía, jurisprudencia, medicina y hasta teología”)13, además de realizar una empedernida búsqueda del sentido vital mediante el conocimiento. Por lo anterior pensaríamos que ha llevado una vida bastante representativa dentro de los libros, pero ocurre que su búsqueda por la satisfacción entera del hombre lo coloca en situaciones poco convencionales; haciendo un intento de resumirlas diríamos que: estuvo inicialmente cerca del suicidio, tuvo una aproximación con la fe, una etapa de nihilismo, otra de escepticismo, humanismo y otra más de romanticismo. Conoció a la mujer más inocente, feliz y hogareña que jamás había visto, tuvo sus primeros deseos carnales, fue parte de un pacto divino entre el diablo y dios, Mefistófeles (el diablo de la obra) cumplió sus peticiones a cambio de su alma, arruinó la vida de Margarita, provocó varias muertes en su familia (también la suya), y al final, intentó remediar su jolgorio, ganando el cielo por la acción. Fausto se caracteriza por un dinamismo en sus actitudes y pensamientos que lo ha llevado al constante cuestionamiento.
En esta escena nos encontramos en un momento crónico: el ambiente es totalmente decadentista, romántico y hasta doloroso. Margarita está sentenciada a pena de muerte en una cárcel por haber asesinado a su hijo “ilegítimo” después de haber pasado por una larga relación informal con Fausto, así que ahí está él, buscando fervientemente sacarla de ahí con la ayuda (un poco forzada) de Mefistófeles.
¿Es el perdón la genuina razón de su actuar? Fausto se encargó durante la mayoría de la trama de llegar a una relación con Margarita realizando acciones que eran un beneficio obtenido gracias a Mefistófeles, tales como obsequiarle joyas, rejuvenecer, forzar sus encuentros o jugar con su inocencia, cuestiones catalogables en la oposición verdad-apariencia, pues a pesar de realizar todo un proceso de enamoramiento, no se encuentra interesado en revelar su propia esencia.
Considerando tales antecedentes, y el momento previo a ingresar a la celda para rescatar a Margarita (recordemos que hubo una vacilación provocada por la culpa), es posible decir que este último cambio de actitud a uno de arrepentimiento está relacionado con una severa perturbación de conciencia. Durante esta escena Fausto pasa por un proceso tanto de auto-reconocimiento como de auto-reclamo, es sólo al observar las consecuencias de la serie de actos erróneos que ha cometido lo que lo hace caer en tal posición, empero, no es una búsqueda del perdón como lo esperaría el lector, sino que cae en un accionar tan desesperado al punto de volver a cometer un último error que le lleva a su falla magistral: ignorar por completo los sentimientos de Margarita una vez más.
Al no haber un interés genuino por el sentir de la mujer, tanto en los diálogos como en las intenciones de ambos personajes existe una desincronización; por su parte, Fausto encarna a la viva desesperación, su único propósito es remediar sus actos por medio de un cambio de final que sólo él podría ofrecerle al cancelar el efecto de la condena, por la otra, Margarita es la vívida desesperanza, se encuentra inmersa en la resignación, afectada por los sucesos a los que se vio obligada a pasar.
Fausto, al tener la firme disposición de cambiar el destino, se comporta totalmente indiferente con Margarita. Este tipo de comportamientos sin armonía entre uno y otro, especialmente por las actitudes de Fausto, llevan irremediablemente a un final catastrófico donde Margarita culmina la historia y la vida como una auténtica víctima de la maldad humana.
¿Cuál es el final implícito de Fausto? Después de haberse esforzado por lograr su cometido y haber fallado, de haber omitido una planeación justa de rescate y de no haber concentrado sus esfuerzos en comprender a Margarita, la poca ayuda que recibió de Mefistófeles por primera vez reveló que este personaje no es el más hábil en los conflictos de pareja, y menos en asuntos de vida o muerte. Así, Fausto culminó en un estado de soledad merecido, por más arrepentido o culpabilizado que se sintiera. Gracias a los diálogos de Margarita (y exclusivamente los de ella, puesta la prisa de Fausto), nos damos cuenta de que en realidad no obtuvo la remisión de sus acciones, llevándose consigo en su lugar, una comparación con el hombre privador y manipulador de la vida.
Enfrentamiento de Margarita ante su momento final
En el caso de Margarita observamos un lado enteramente distinto de la historia: esta joven disfrutaba de una vida pacífica y amorosa en compañía de su familia (su madre y hermano) y amigas, con quienes compartía un estilo de vida tranquilo. Solía pasar la mayor parte del tiempo en la iglesia y en su hogar, llegando a caracterizarla la pureza al estar libre de pecados, por lo menos hasta que conoció a Fausto. La historia comienza cuando Fausto la observa en una calle (el autor no brinda mayor descripción) después de haber bebido un elixir desconocido que le hace extrapolar la belleza en la mujer, y le pide a Mefistófeles que le proporcione, (cual objeto recreativo, a esa joven”.16 Para Margarita el proceso de enamoramiento fue encantador, consideremos que nunca se había encontrado en una situación similar y que su familia era de bajos recursos17, por ello, al recibir regalos de conquista tan valiosos, su ánimo se volvió rápidamente regocijante. Conforme iba teniendo un mayor acercamiento a Fausto pareciera como si lo hubiese hecho en dirección al infierno mismo. Su primera tragedia inicia cuando, por petición de Fausto y obra de Mefistófeles, le da a tomar un brebaje a su madre con la intención de dormirla un poco para poder tener un momento íntimo con Fausto, sin embargo, la dosis se le sale de las manos y le provoca accidentalmente la muerte. Después de esto, su hermano Valentín se enfrenta con Fausto, siendo su destino el mismo que el de su madre. En este momento Margarita se entera que está embarazada y teme por la integridad de su hijo, pues dentro de su contexto, el bebé que venía en camino estaba fuera de las normas sagradas y por lo tanto, se le consideraba ilegítimo.
Para arreglar su último problema toma la decisión de ahogar al pequeño y evitarle así un crecimiento doloroso y lleno de críticas religiosas, decisión que termina por provocar una ruptura en su estabilidad mental y emocional después de tantos sucesos traumáticos. No siendo esto suficiente, quien resulta condenada a muerte es ella precisamente, después de haber soportado todos los males que Fausto le arrojaba de poco en poco.
Por todo esto, durante el último encuentro de los personajes Margarita ya no se encuentra en la perfecta situación inicial de la obra, sino que más allá de eso, está totalmente perdida dentro de una realidad alterna ficticia que ella misma ha creado como mecanismo de defensa para aminorar su sufrimiento. Es así como sus continuos reclamos, visiones y alucinaciones están fielmente relacionados a su familia y a la imagen de Fausto de la cual ella se había enamorado. Situación que contribuye a la incompatibilidad de diálogo entre ambos.
En el principio de la escena vemos cómo Margarita aún está aterrada por la idea de su propia muerte, pues su primera reacción al escuchar movimiento antes de siquiera cerciorarse de quién entra, es decir:
“¡Ah! Ya vienen por mí... ¡Muerte espantosa!”
Incluso hace una profunda petición para aplazar su muerte al amanecer como último deseo, haciendo una metáfora sobre la forma en la que su vida se ha visto repleta de oscuridad y sólo una muerte bajo sus consideraciones podría representar la luz o el comienzo de una etapa lumínica.
Creo que la forma en la que Goethe dio final a esta obra no pudo ser más atinada, pues haber permitido una secuela en una relación tan dañina para la mujer en el estado en el que se encontraba provocaría una vida desgraciada en exceso.
El procedimiento que más merece destacarse en Margarita es el de la final aceptación. Durante un largo tiempo esta joven se dejó hundir entre sus deseos inconscientes e irreales para sobrellevar la su realidad externa. El hecho de que en un último momento haya sido salvada por los ángeles y elevada al cielo, implica la disolución de culpas y penurias que pudo lograr. Entonces, afirmamos que sí hubo un fuerte enfrentamiento ante su destino, sin caer en un nuevo “atajo” fáustico; desempeñó tal determinación hacia su propia vida que no pudo haber sido en vano.
Siguiendo las repercusiones que el concepto de cielo ameritan, Margarita vuelve dentro de una historia individual circular a una “nueva” vida llena de la calma, felicidad e inocencia que solía conocer.
En conclusión sabemos que las acciones relacionadas de ambos personajes tuvieron influencia en las decisiones del otro, ya sea negativa o positivamente, y que esta pareja literaria culminó su camino con una reflexión de valores bastante notable. Además, fueron las etapas tan dinámicas que se suscitaron en el desarrollo de la obra las que dieron pie a una confrontación de este tipo. Puede haber un sinfín de interpretaciones acerca de la victimización y culpabilidad en esta escena, no obstante, aquí aludimos a la correspondencia de castigo y perdón mediante sus propias acciones.
Bibliografía
Goethe, J. W. von. (2021, mayo 20). Fausto. Google Docs. https://drive.google.com/file/d/18cq49JxC3wEGYTo4ZjDNPNOL44JGZYlB/view?usp=embed_facebook
Quintana, L. (2021, marzo 19). La tragedia: Perspectivas y análisis : Un calabozo. La tragedia. https://tragedia2016.blogspot.com/2021/03/fausto-escepticismo-y-tragedia-un.html
Quintana, L. (2021, marzo 4). La tragedia: Perspectivas y análisis : Fausto de Goethe. La tragedia. https://tragedia2016.blogspot.com/2021/03/fausto-de-goethe.html
Conclusiones
Gracias a este exhaustivo análisis pudimos dar cuenta de la simbología, relaciones semánticas, implicaciones, reconocimientos y valoraciones de seis importantes personajes de la literatura canónica. Con esto también obtuvimos una breve contextualización de las tres situaciones específicas que enmarcan puntos clave dentro de sus obras, además de haber aprendido sobre la relevancia de los personajes sin importar su nivel de participación, o que a través de las líneas los diálogos y los perfiles de los personajes representan más que un fragmento textual discursivo, siendo capaces de llegar a repercutir centralmente en el desglose de la historia.
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