La Alemania de Goethe
Sturm und Drang
Por Luis Quintana Tejera.
Fragmento de El pensamiento filosófico de Goethe,
Toluca, Uaem, 2010
En toda Europa, Alemania
es la primera nación que logra imponer un maduro y fecundo romanticismo frente
al neoclasicismo. La inicial
manifestación del romanticismo alemán como corriente filosófico-literaria se
ubica entre los años 1798 y 1803.[28] Las circunstancias que motivaron esta
relativamente acelerada transición entre una y otra corrientes se concentran,
aunque no de forma exclusiva, en el grupo de Weimar. Este grupo, encabezado, pese a su juventud,
por Goethe, es la fuente del Sturm und Drang, movimiento
cuyas actitudes explosivas buscan el equilibrio que permita la fructífera unión
entre la razón y el impulso. Desde 1777
Herder, Goethe, Schiller, Wieland y Lessing, entre otros, comenzaron a
manifestar mediante escritos filosóficos, científicos, críticos y literarios su
concepción del pensamiento como una actividad libre y espontánea, nutrida por
las legendarias fuentes de la autóctona tradición germana, regida en todo
momento por la disciplina de la crítica no dogmática.
La influencia del Sturm
und Drang en el romanticismo ha sido tradicionalmente concretada
en la concepción de la poesía, el culto a la Naturaleza y el uso de fuentes
populares y nacionales. Tan somera
descripción, a pesar de ser fundamentalmente cierta, precisa ser completada;
para efectos de esta exposición nos limitaremos a los aspectos que involucren
al autor de Fausto.
Herder, pilar teórico del Sturm und
Drang, se entregó al estudio de la Biblia y Homero, así como de sagas,
poemas escandinavos, antiguos cantos populares y Shakespeare, lecturas en las
que encontraba la espontánea y natural manifestación poética por
excelencia. Esta actitud librepensadora
es una de las bases prerrománticas de mayor influencia en las producciones intelectuales
contemporáneas y posteriores.
Goethe simpatizó con las
ideas de Herder en tal medida que durante 1770 y 1771 lo frecuentó para
discutirlas.[29] Posteriormente constituyen, junto con otros
intelectuales, el citado grupo que adoptó el nombre de un drama de Maximilian
Klinger. Sobre el criterio
estético de los Stürmer, consecuencia directa de los postulados
filosóficos asumidos, van Tieghem comenta:
Toda
poesía, toda literatura debe brotar directamente del genio del autor, libre de
tradiciones, de reglas, de sujeciones o imposiciones morales o sociales [...]
el autor debía, según ellos, mantenerse original, en vez de imitar; seguir a la
Naturaleza en sus ingenuidades o en sus rudezas, sin cuidarse de estilizarla
por medio del arte. Genio, originalidad
y Naturaleza eran el santo y seña de aquella escuela.[30]
En consecuencia, puede
observarse que exigían de la poesía sinceridad y ruptura con los
convencionalismos y una expresión directa de lo subjetivo, del alma del autor;
de aquí que se autodesignaran "genios originales".
Como anteriormente señalamos,
Goethe fue el líder del Sturm und Drang, destacado por su
carácter rigurosamente disciplinado y su genialidad. Él como nadie
Encarna
el prerromanticismo bajo sus dos aspectos principales: el osado impulso que
derriba lindes mojoneros y la ensoñación melancólica que sigue a la depresión.[31]
Sus impulsos creadores se
manifiestan en actitudes tales como la de iniciar y abandonar escritos de la
magnitud de Fausto; afortunadamente concluido, a instancias de sus
amigos, poco antes de la muerte del autor.
Indudablemente se propuso y logró subordinar el enérgico torrente de su
carácter al genio racionalmente organizado, tal como lo escribió en Wilhelm
Meister: "una fuerza en nosotros es capaz de suscitar lo que debe
ser".[32] En esto consistió su sabiduría equilibrada,
principal diferencia entre su personalidad y las del resto del grupo.
En el marco conceptual de los
Stürmer la Naturaleza se considera energía regente del universo moral tanto
como del material. Esta idea les lleva a
manifestarse a partir del libre impulso, de la exteriorización de los aspectos
internos y eternos del hombre original tales como sus pasiones y deseos, su
carácter y todo aquello que permanece después de excluir los vanos ornamentos
de la etiqueta, las normas y la civilización, cuyas exigencias se inclinan por
fundir al individuo en la masa colectiva anónima.
En la filosofía de Goethe
"el inconsciente es la raíz del ser humano, su punto de inserción en el vasto
proceso de la Naturaleza",[33] es lugar desde el cual
surge el ímpetu, el impulso creador que distingue al individuo a la par que lo
eleva cual copartícipe de la Naturaleza, universo en el que todo confluye
armoniosamente.
El auténtico genio creador es
tempestuoso, hombre de carácter forjado.
Así lo prueba la siguiente afirmación crítica de Goethe frente a la
personalidad del príncipe Hamlet:
Una
naturaleza hermosa, pura, noble, altamente moral, sin la fuerza vital que hace
al héroe, sucumbe bajo un peso que no puede ni llevar ni arrojar.[34]
En la Alemania de los Stürmer,
sólo un espíritu templado podía ser capaz de conjuntar exitosamente los
contrastantes extremos que éstos exigían.
Como muestra de esta actitud en la literatura, véase la siguiente
afirmación de Goethe:
En
los griegos y en algunos romanos encontramos una separación y una depuración de
los diferentes géneros poéticos, pero a nosotros los nórdicos no se nos pueden
proponer exclusivamente aquellos modelos.
Disponemos de otros antepasados de quienes gloriarnos, y tenemos varios
modelos a la vista. Si no hubiera sido
por el sesgo romántico de los siglos bárbaros, lo monstruoso y lo trivial no hubiera [sic] entrado en contacto y no
tendríamos un Hamlet, un Lear, una Devoción de la cruz, un
Príncipe constante. Y mantenernos
animosamente en la cumbre de estas ventajas bárbaras, puesto que nunca
estaremos en las condiciones de los antiguos, es nuestra obligación.[35]
En la producción intelectual,
Goethe vuelca su concepción de la Naturaleza como unidad vivida en lo
individual, cosmos experimentado simbólicamente en las particulares
manifestaciones dinámicas, equilibrio entre el todo y sus partes. Como bien señala Béguin, para los Stürmer
La obra de arte es un objeto, y, como tal, algo finito;
indudablemente, este objeto y su forma son portadores del infinito, pero no
podemos percibirlo, sino amando el objeto tal como es, en su medida. Sucede lo que con el instante, en el cual se
concentra la eternidad, pero que para nosotros sigue siendo el instante.[36]
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