lunes, 3 de abril de 2017

Análisis de Calipso, la ninfa Paola Chávez





UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

FACULTAD DE HUMANIDADES


Análisis del cuento “Calipso, la ninfa despreciada”
del libro LOS OLVIDADOS de Luis Quintana Tejera


Por: Paola Guadalupe Chávez Flores


CALIPSO: LA NINFA DESPRECIADA

¿Qué es la soledad en sí? ¿Cuál es su verdadero significado? ¿Cómo la experimenta cada persona? Para todos es diferente: soledad puede ser el no tener compañía o que, a pesar de tenerla, no nos sintamos plenamente satisfechos.
El relato, perteneciente al libro de cuentos Los Olvidados de Luis María Quintana Tejera, nos narra la historia amorosa entre Calipso y Odiseo, iniciando en extrema res y usando un buen recurso hipertextual, al mostrarnos desde un punto de vista nuevo cómo sucedió esta historia.
Vemos en un principio a Calipso, una diosa que vive confinada en una isla que, a pesar de poseer una belleza peculiar e interesante, los paisajes increíbles, no la ayudan a ser feliz, pues ha tenido la desdicha de enamorarse de un hombre que sólo se halla en su vida de paso.
Nos presenta a Calipso como la típica mujer mayor, y no me refiero a mayor en cuanto a que fuera una anciana o una mujer de edad avanzada por la que los años han pasado y se han cobrado sus intereses, que por la descripción hecha por el narrador definitivamente no lo es; sino a que es una mujer ya grande de edad, solitaria y debido a que se siente sola y abandonada se enamora del primer hombre que encuentra o conoce y tiende a darle de sí todo lo que se puede dar al ser amado, sin importar las consecuencias de ello. A pesar de que a veces le visitaban otros dioses y tenía a su servidumbre, había algo que le faltaba y que creyó descubrirlo cuando encontró a Odiseo: amor.
Por lo que podemos ver en el transcurso del relato, a veces es demasiado fácil confundir el amor con el deseo y, teniendo en cuenta la belleza con la que describe a Calipso, es más sencillo confundir estos dos y pensar en ellos como uno mismo, cuando uno es el complemento del otro, de la misma forma en que Odiseo llegó a confundirse y permanecer en esa isla todos esos años.
En un principio, el narrador es omnisciente heterodiegético, pues aunque habla en primera persona, nos relata una historia de la que ya sabe el principio y el fin, y en la que realmente no participa, aunque sí observa. Sin embargo, se trata de un omnisciente focalizador múltiple, pues tiende en ocasiones a hacer un alto un tanto brusco en el desarrollo de la trama para efectuar aclaraciones sobre lo que algunos de los personajes de la historia tienden a pensar, imaginar o creer.
Recurre a una analepsis al relatar la historia por la cual Calipso se encuentra de nuevo sola, triste y sin ganas de vivir, pero condenada a estar irremediablemente así. Nos cuenta un poco de la breve historia que vivió con Odiseo, a quien recordaría por el resto de su eternidad. También presenta dos breves prolepsis: la primera, en la que Calipso sueña con Odiseo antes de que aparezca en su isla, o eso se entiende al hablar de un hombre que llegaría a su encuentro y comería y bebería de los manjares de la isla junto con ella; la segunda, igualmente podría funcionar como la anagnórisis de Calipso, cuando dice que se enfrenta a un futuro donde la isla le hablará de Odiseo. Es el reconocimiento de la soledad propia de la mujer al perder al ser amado, que bien podría ser también de un hombre igualmente enamorado. En el relato no sabemos si las palabras de Calipso se integran también como parte del futuro de Odiseo, en el cual él la recordaría cuando intimara con su esposa.
El relato tiene un ritmo lento en la narración y no presenta un clímax demasiado intenso. Detalla el aspecto de Calipso y de la isla, pero además de eso, no presenta más características que califiquen en sí tanto a Odiseo como a los demás personajes presentes en el relato.
En el cuento podemos notar también el discurso indirecto en cuanto a algunas acciones y pensamientos de los personajes, que parecen vistos desde afuera y poco profundizados, quizás porque para el narrador de la historia carezca de relevancia.
Hay cuatro temas tocados principalmente en el desarrollo de la diégesis: la dualidad amor-desamor mezcladas con un intenso erotismo; el tema de la nostalgia, ya sea porque le hace falta un ser querido o porque añora hazañas y sucesos pasados y, de alguna o de otra forma, espera poder revivirlos o quiere poder revivirlos; el sentido del honor y la fidelidad a las creencias y a la pareja; y por último, trata el tema del destino como un suceso al que todos estamos sujetos y no podemos escapar, aunque existen situaciones que nos impiden llegar pronto a ese destino que ha sido escrito para nosotros y con nosotros actuando en él.
El relato inicia con un epígrafe, que nos da una personificación del destino, quién se comporta como un ser caprichoso y, a pesar de los designios predichos por los dioses, se empeña en guiarnos por caminos oscuros que nos desvíen por otro camino y eviten que lleguemos a cumplir el papel que el hado nos ha impuesto, y se deleita con vernos sufrir.
Habla entonces de la soledad de los dioses, esa soledad de alguien eterno que está condenado a vivir así por el hecho de que son inmortales y las personas a las que aman no lo son. También nos dice como la muerte no es la peor cosa que existe, y como las cosas que nos lastiman por dentro son las que dañan más que las que lastiman por fuera. Porque las olas de nuestra existencia, pudiendo ser los sentimientos o las ideas, son capaces de destruirnos de formas peores a las que nos podrían dañar las olas asesinas de los mares.
En verdad, los acontecimientos que marcan nuestra memoria son los que más daño pueden causarnos, especialmente los que tocan nuestro corazón. La idea de la soledad está dentro de estas olas, pues el hecho de no tener con quién compartir lo que nos gusta o quienes somos es algo que puede destruir de una forma cruel y sin posibilidades de que el tiempo nos cure.
Odiseo sólo deseaba llegar a su hogar, con su esposa Penélope y su hijo Telémaco. Añoraba el hogar, y el hecho de que tuviera la esperanza de regresar donde ellos, era quizás lo único que le mantenía de pie. La ira de Poseidón evitó que consiguiera retornar pronto con su familia y terminara en la isla Ogigia, siendo cuidado por la ninfa Calipso.
Ésa es la historia de Calipso. Una diosa imperfecta enamorada de un humano común que rechazó ese amor y esa pasión que ella sentía, dejándola herida por esa ola llamada abandono. Ella en un principio añoraba solamente compañía, pero una diferente a la que poseía. No quería esas visitas ocasionales de los dioses, ni sólo la compañía que su padre le enviaba. No necesitaba solamente las danzas a su alrededor que le organizaban, ni la música eterna que eran capaces de proporcionarle. Ella simplemente necesitaba alguien que no sólo tratara de consolarla, sino que la hiciera sentirse amada y deseada.
En realidad, tiene tanta belleza a su alrededor que no puede quejarse. Tiene la privacidad que necesita, pero no la capacidad de satisfacer esos deseos tan humanos que hay en ella. Nos muestra esa idea sobre la masturbación de la mujer, en la que trata ella misma de complacerse, porque no hay un hombre que pueda hacerlo por ella.
Aunque  parecía bastante conforme con su vida, con el lugar que tenía para sí sola, podría estar feliz si no fuera invadida por esos recurrentes sueños atacando sus pensamientos por las noches.
Así, entre todas esas imágenes irreales y premonitorias se encontró con el retrato del hombre perfecto para ella. Un hombre al que veía disfrutando de los manjares de la isla que sus sirvientes preparaban para él. Lo veía amándola de la manera en que ella quería y, en cierto modo, necesitaba. Ella no sabía que eso que soñaba estaba demasiado cercas de convertirse en realidad.
Cuando Odiseo apareció en su isla, ella lo cuidó como las divinidades lo hacían, de la manera en la que lo había aprendido. Poco a poco, y sin darse cuenta, se encontró enamorada de él, como una anagnórisis en medio de tanta cotidianeidad. Pero el amor, a la vez que une, también destruye, y ese fue el precio que la infausta diosa tuvo que pagar.
Se entregó a él en cuerpo y alma, y le enseñó todos los placeres de los que el hombre puede disfrutar. Sabía cómo satisfacer las pasiones de Odiseo, y le ofreció una vida eterna y feliz a su lado si accedía a quedarse para siempre a su lado. Pero el destino es increíblemente caprichoso, y no tiene consideración ni de dioses ni de mortales. Y Calipso sólo fue una marioneta del destino.
Y es que aunque Odiseo se entregaba a la pasión y el deseo que sentía por Calipso, la añoranza de su patria y su familia no le permitían ser feliz y disfrutar de todo. Terminó incluso por extrañar la guerra y la sangre que sus manos derramaban, y al pensar en que su esposa podría considerarlo muerto y debía de haber pretendientes en su casa, intentó regresar a nado con ella, sin importarle la ira de Poseidón.
De no ser por Calipso, Odiseo habría muerto. Pero él realmente no entendió eso, o lo entendió y no lo agradeció lo suficiente.
Odiseo no quería una eternidad como la de los dioses, sino una eternidad de esas que se forjan en la memoria de las personas. Quizás por ello no le importó alejarse de Calipso. Esa inmortalidad no le llamaba demasiado la atención. No era una que realmente pareciera muy tentadora.
Pero el deseo es una cosa muy fuerte, y puede convencer de que se ama a alguien que no se ama en realidad. La perfección del sexo que Calipso le ofrecía lo hacía confundirse y no saber si la amaba o sólo la deseaba. Y es que las promesas de Calipso eran tentadoras, sus palabras eran tentadoras.
Cuando Odiseo necesitaba hablar, era escuchado, comprendido y amado. Calipso se unía a él también en esas batallas internas de añoranza. Ella escuchaba atentamente, abriéndole su corazón para resguardar todo eso que él le narraba, cuando le abría su corazón por esos leves momentos. Creía amarla cuando sólo le agradecía, pero al menos para ella era suficiente.
Sin embargo, él se aburría ahí porque extrañaba las hazañas que lo hicieron leyenda. Le aburría tanta paz y tener tan poco que hacer. Aunque ella recreara batallas y estuviera atenta a sus necesidades, eso no era suficiente.
Odiseo reflexionaba, y pronto los dioses escucharon esa silenciosa petición de ayuda que él necesitaba para volver a ser feliz y sentirse satisfecho. La diosa Atenea notó que en realidad, más que un enamorado, parecía un prisionero en esa isla de la que no podía escapar porque Poseidón estaría atento esperándolo. Era un esclavo de sus pasiones, también.
Y los dioses decretaron que él debía de irse, porque el tiempo de felicidad de Calipso ya había durado demasiado. Hermes la reprendió por juzgar a los dioses, pues los acusaba de envidia porque ella era feliz con él a su lado. Pero él añoraba regresar a Ítaca y volver a ser el rey que llevaría orden a su pueblo de nuevo.
Y mientras la felicidad de Odiseo por regresar a su tierra era grande a pesar de la pena que sentía por Calipso, el contraste con el dolor de ella era perturbador. Ese dolor de las personas que se han aferrado a algo o alguien con tanta fiereza que pierden el sentido a sus vidas cuando ese algo desaparece de ellas. Calipso añoraba la muerte, pero el tiempo se burlaba porque la muerte no es una opción para los dioses, pues su inmortalidad y su eternidad no se los permite. Así que la desdichada tendría que vivir con eso el resto de su interminable existencia, y atesorar —en lo más profundo de su alma— esos siete años que Odiseo pasó con ella.
Pero también, un corazón herido se confunde con facilidad, y a quien en un principio trajo felicidad y luego dolor, se le puede odiar con la misma facilidad con que se le amó. Y Calipso terminó odiando y amando a Odiseo al mismo tiempo, a quien seguiría odiando y amando por toda una eternidad. Porque el destino es caprichoso y juguetón y no le importamos. Sólo se encarga de guiarnos a determinado lugar según sus gustos. No le importa si un inocente muere o un culpable lo dan por inocente. No comprende la pobreza y el hecho de que haya quien tenga que mendigar para tener algo que llevarse a la boca. Es un demonio que anda suelto, dejando despojos a su paso.
“Es esa fuerza ciega que nos obliga a actuar cuando quisiéramos estar quietos, nos obliga a gritar cuando permanecíamos callados, nos orilla al llanto justo en el instante en que a nuestros labios asomaba una sonrisa.[1] Eso es el destino. Y así es como el destino y la soledad sólo tienen algo en común al amor.
BIBLIOGRAFÍA:
[1] Calipso, la ninfa despreciada: http://luisquintanatejera.blogspot.mx/2014/07/calipso-la-ninfa-despreciada.html consultado: 03/12/16 04:26 pm
[2] Luis Quintana Tejera biografía: https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Quintana_Tejera Consultado: 04/12/16 07:23 pm


No hay comentarios.:

Publicar un comentario