UNIVERSIDAD
AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO
FACULTAD
DE HUMANIDADES
Análisis
del cuento “Calipso, la ninfa despreciada”
del libro LOS OLVIDADOS de Luis Quintana Tejera
Por: Paola
Guadalupe Chávez Flores
CALIPSO:
LA NINFA DESPRECIADA
¿Qué es la soledad en sí?
¿Cuál es su verdadero significado? ¿Cómo la experimenta cada persona? Para
todos es diferente: soledad puede ser el no tener compañía o que, a pesar de
tenerla, no nos sintamos plenamente satisfechos.
El
relato, perteneciente al libro de cuentos Los
Olvidados de Luis María Quintana Tejera, nos narra la historia amorosa
entre Calipso y Odiseo, iniciando en extrema res y usando un buen recurso
hipertextual, al mostrarnos desde un punto de vista nuevo cómo sucedió esta
historia.
Vemos
en un principio a Calipso, una diosa que vive confinada en una isla que, a
pesar de poseer una belleza peculiar e interesante, los paisajes increíbles, no
la ayudan a ser feliz, pues ha tenido la desdicha de enamorarse de un hombre
que sólo se halla en su vida de paso.
Nos
presenta a Calipso como la típica mujer mayor, y no me refiero a mayor en
cuanto a que fuera una anciana o una mujer de edad avanzada por la que los años
han pasado y se han cobrado sus intereses, que por la descripción hecha por el
narrador definitivamente no lo es; sino a que es una mujer ya grande de edad,
solitaria y debido a que se siente sola y abandonada se enamora del primer
hombre que encuentra o conoce y tiende a darle de sí todo lo que se puede dar
al ser amado, sin importar las consecuencias de ello. A pesar de que a veces le
visitaban otros dioses y tenía a su servidumbre, había algo que le faltaba y
que creyó descubrirlo cuando encontró a Odiseo: amor.
Por
lo que podemos ver en el transcurso del relato, a veces es demasiado fácil
confundir el amor con el deseo y, teniendo en cuenta la belleza con la que
describe a Calipso, es más sencillo confundir estos dos y pensar en ellos como
uno mismo, cuando uno es el complemento del otro, de la misma forma en que
Odiseo llegó a confundirse y permanecer en esa isla todos esos años.
En
un principio, el narrador es omnisciente heterodiegético, pues aunque habla en
primera persona, nos relata una historia de la que ya sabe el principio y el
fin, y en la que realmente no participa, aunque sí observa. Sin embargo, se
trata de un omnisciente focalizador múltiple, pues tiende en ocasiones a hacer
un alto un tanto brusco en el desarrollo de la trama para efectuar aclaraciones
sobre lo que algunos de los personajes de la historia tienden a pensar,
imaginar o creer.
Recurre
a una analepsis al relatar la historia por la cual Calipso se encuentra de
nuevo sola, triste y sin ganas de vivir, pero condenada a estar irremediablemente
así. Nos cuenta un poco de la breve historia que vivió con Odiseo, a quien
recordaría por el resto de su eternidad. También presenta dos breves prolepsis:
la primera, en la que Calipso sueña con Odiseo antes de que aparezca en su
isla, o eso se entiende al hablar de un hombre que llegaría a su encuentro y
comería y bebería de los manjares de la isla junto con ella; la segunda, igualmente
podría funcionar como la anagnórisis de Calipso, cuando dice que se enfrenta a
un futuro donde la isla le hablará de Odiseo. Es el reconocimiento de la
soledad propia de la mujer al perder al ser amado, que bien podría ser también
de un hombre igualmente enamorado. En el relato no sabemos si las palabras de
Calipso se integran también como parte del futuro de Odiseo, en el cual él la
recordaría cuando intimara con su esposa.
El
relato tiene un ritmo lento en la narración y no presenta un clímax demasiado
intenso. Detalla el aspecto de Calipso y de la isla, pero además de eso, no
presenta más características que califiquen en sí tanto a Odiseo como a los
demás personajes presentes en el relato.
En
el cuento podemos notar también el discurso indirecto en cuanto a algunas
acciones y pensamientos de los personajes, que parecen vistos desde afuera y
poco profundizados, quizás porque para el narrador de la historia carezca de
relevancia.
Hay
cuatro temas tocados principalmente en el desarrollo de la diégesis: la
dualidad amor-desamor mezcladas con un intenso erotismo; el tema de la
nostalgia, ya sea porque le hace falta un ser querido o porque añora hazañas y
sucesos pasados y, de alguna o de otra forma, espera poder revivirlos o quiere
poder revivirlos; el sentido del honor y la fidelidad a las creencias y a la pareja;
y por último, trata el tema del destino como un suceso al que todos estamos
sujetos y no podemos escapar, aunque existen situaciones que nos impiden llegar
pronto a ese destino que ha sido escrito para nosotros y con nosotros actuando
en él.
El
relato inicia con un epígrafe, que nos da una personificación del destino, quién
se comporta como un ser caprichoso y, a pesar de los designios predichos por
los dioses, se empeña en guiarnos por caminos oscuros que nos desvíen por otro
camino y eviten que lleguemos a cumplir el papel que el hado nos ha impuesto, y
se deleita con vernos sufrir.
Habla
entonces de la soledad de los dioses, esa soledad de alguien eterno que está
condenado a vivir así por el hecho de que son inmortales y las personas a las
que aman no lo son. También nos dice como la muerte no es la peor cosa que
existe, y como las cosas que nos lastiman por dentro son las que dañan más que
las que lastiman por fuera. Porque las olas de nuestra existencia, pudiendo ser
los sentimientos o las ideas, son capaces de destruirnos de formas peores a las
que nos podrían dañar las olas asesinas de los mares.
En
verdad, los acontecimientos que marcan nuestra memoria son los que más daño
pueden causarnos, especialmente los que tocan nuestro corazón. La idea de la
soledad está dentro de estas olas, pues el hecho de no tener con quién
compartir lo que nos gusta o quienes somos es algo que puede destruir de una
forma cruel y sin posibilidades de que el tiempo nos cure.
Odiseo
sólo deseaba llegar a su hogar, con su esposa Penélope y su hijo Telémaco.
Añoraba el hogar, y el hecho de que tuviera la esperanza de regresar donde
ellos, era quizás lo único que le mantenía de pie. La ira de Poseidón evitó que
consiguiera retornar pronto con su familia y terminara en la isla Ogigia,
siendo cuidado por la ninfa Calipso.
Ésa
es la historia de Calipso. Una diosa imperfecta enamorada de un humano común
que rechazó ese amor y esa pasión que ella sentía, dejándola herida por esa ola
llamada abandono. Ella en un principio añoraba solamente compañía, pero una
diferente a la que poseía. No quería esas visitas ocasionales de los dioses, ni
sólo la compañía que su padre le enviaba. No necesitaba solamente las danzas a
su alrededor que le organizaban, ni la música eterna que eran capaces de
proporcionarle. Ella simplemente necesitaba alguien que no sólo tratara de
consolarla, sino que la hiciera sentirse amada y deseada.
En
realidad, tiene tanta belleza a su alrededor que no puede quejarse. Tiene la
privacidad que necesita, pero no la capacidad de satisfacer esos deseos tan
humanos que hay en ella. Nos muestra esa idea sobre la masturbación de la
mujer, en la que trata ella misma de complacerse, porque no hay un hombre que
pueda hacerlo por ella.
Aunque
parecía bastante conforme con su vida, con
el lugar que tenía para sí sola, podría estar feliz si no fuera invadida por esos
recurrentes sueños atacando sus pensamientos por las noches.
Así,
entre todas esas imágenes irreales y premonitorias se encontró con el retrato
del hombre perfecto para ella. Un hombre al que veía disfrutando de los
manjares de la isla que sus sirvientes preparaban para él. Lo veía amándola de
la manera en que ella quería y, en cierto modo, necesitaba. Ella no sabía que
eso que soñaba estaba demasiado cercas de convertirse en realidad.
Cuando
Odiseo apareció en su isla, ella lo cuidó como las divinidades lo hacían, de la
manera en la que lo había aprendido. Poco a poco, y sin darse cuenta, se
encontró enamorada de él, como una anagnórisis en medio de tanta cotidianeidad.
Pero el amor, a la vez que une, también destruye, y ese fue el precio que la
infausta diosa tuvo que pagar.
Se
entregó a él en cuerpo y alma, y le enseñó todos los placeres de los que el
hombre puede disfrutar. Sabía cómo satisfacer las pasiones de Odiseo, y le
ofreció una vida eterna y feliz a su lado si accedía a quedarse para siempre a
su lado. Pero el destino es increíblemente caprichoso, y no tiene consideración
ni de dioses ni de mortales. Y Calipso sólo fue una marioneta del destino.
Y es
que aunque Odiseo se entregaba a la pasión y el deseo que sentía por Calipso,
la añoranza de su patria y su familia no le permitían ser feliz y disfrutar de
todo. Terminó incluso por extrañar la guerra y la sangre que sus manos
derramaban, y al pensar en que su esposa podría considerarlo muerto y debía de
haber pretendientes en su casa, intentó regresar a nado con ella, sin
importarle la ira de Poseidón.
De no
ser por Calipso, Odiseo habría muerto. Pero él realmente no entendió eso, o lo
entendió y no lo agradeció lo suficiente.
Odiseo
no quería una eternidad como la de los dioses, sino una eternidad de esas que
se forjan en la memoria de las personas. Quizás por ello no le importó alejarse
de Calipso. Esa inmortalidad no le llamaba demasiado la atención. No era una
que realmente pareciera muy tentadora.
Pero
el deseo es una cosa muy fuerte, y puede convencer de que se ama a alguien que
no se ama en realidad. La perfección del sexo que Calipso le ofrecía lo hacía
confundirse y no saber si la amaba o sólo la deseaba. Y es que las promesas de
Calipso eran tentadoras, sus palabras eran tentadoras.
Cuando
Odiseo necesitaba hablar, era escuchado, comprendido y amado. Calipso se unía a
él también en esas batallas internas de añoranza. Ella escuchaba atentamente,
abriéndole su corazón para resguardar todo eso que él le narraba, cuando le
abría su corazón por esos leves momentos. Creía amarla cuando sólo le
agradecía, pero al menos para ella era suficiente.
Sin
embargo, él se aburría ahí porque extrañaba las hazañas que lo hicieron
leyenda. Le aburría tanta paz y tener tan poco que hacer. Aunque ella recreara
batallas y estuviera atenta a sus necesidades, eso no era suficiente.
Odiseo
reflexionaba, y pronto los dioses escucharon esa silenciosa petición de ayuda
que él necesitaba para volver a ser feliz y sentirse satisfecho. La diosa
Atenea notó que en realidad, más que un enamorado, parecía un prisionero en esa
isla de la que no podía escapar porque Poseidón estaría atento esperándolo. Era
un esclavo de sus pasiones, también.
Y
los dioses decretaron que él debía de irse, porque el tiempo de felicidad de
Calipso ya había durado demasiado. Hermes la reprendió por juzgar a los dioses,
pues los acusaba de envidia porque ella era feliz con él a su lado. Pero él
añoraba regresar a Ítaca y volver a ser el rey que llevaría orden a su pueblo
de nuevo.
Y
mientras la felicidad de Odiseo por regresar a su tierra era grande a pesar de
la pena que sentía por Calipso, el contraste con el dolor de ella era
perturbador. Ese dolor de las personas que se han aferrado a algo o alguien con
tanta fiereza que pierden el sentido a sus vidas cuando ese algo desaparece de
ellas. Calipso añoraba la muerte, pero el tiempo se burlaba porque la muerte no
es una opción para los dioses, pues su inmortalidad y su eternidad no se los
permite. Así que la desdichada tendría que vivir con eso el resto de su interminable
existencia, y atesorar —en lo más profundo de su alma— esos siete años que
Odiseo pasó con ella.
Pero
también, un corazón herido se confunde con facilidad, y a quien en un principio
trajo felicidad y luego dolor, se le puede odiar con la misma facilidad con que
se le amó. Y Calipso terminó odiando y amando a Odiseo al mismo tiempo, a quien
seguiría odiando y amando por toda una eternidad. Porque el destino es
caprichoso y juguetón y no le importamos. Sólo se encarga de guiarnos a
determinado lugar según sus gustos. No le importa si un inocente muere o un
culpable lo dan por inocente. No comprende la pobreza y el hecho de que haya
quien tenga que mendigar para tener algo que llevarse a la boca. Es un demonio
que anda suelto, dejando despojos a su paso.
“Es esa fuerza ciega que nos obliga a
actuar cuando quisiéramos estar quietos, nos obliga a gritar cuando permanecíamos
callados, nos orilla al llanto justo en el instante en que a nuestros labios
asomaba una sonrisa.[1]” Eso es el destino. Y así es como el destino y la soledad sólo tienen
algo en común al amor.
BIBLIOGRAFÍA:
[1] Calipso, la ninfa despreciada: http://luisquintanatejera.blogspot.mx/2014/07/calipso-la-ninfa-despreciada.html consultado:
03/12/16 04:26 pm
[2] Luis Quintana Tejera biografía: https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Quintana_Tejera Consultado: 04/12/16 07:23 pm
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